Ser deseada no es ser amada.

Me miraba en el espejo llorando.

Buscando errores, culpándome. Pensando que si nadie me amaba, era porque algo en mí estaba mal.

Mi panza, mi cara, mi cuerpo entero. Me odiaba tanto que me dolía existir.

Me convencí de que si lograba ser linda, alguien —alguien— iba a amarme, que si adelgazaba, si me arreglaba, si cambiaba todo lo que era, alguien iba a mirarme y decir: “Quiero quedarme.”

Y lo logré. O eso creí, porque ahora me dicen que soy linda. Ahora me desean, me escriben, me buscan. Me ven una vez y ya quieren algo. Piden mi Instagram, me mandan corazones y frases vacías.

Y por un segundo, me ilusiono. Por un segundo, esa nena insegura dentro de mí cree que por fin llegó el amor.

Pero no, nunca es amor.

Me desean.

Pero no me aman.

Nunca me aman.

Solo quieren tocarme, besarme, decirme que soy linda para tener una excusa para acercarse.

Solo quieren llegar hasta donde puedan, y después irse. Porque eso soy para ellos: un cuerpo con fecha de vencimiento, un objetivo, un reto. Una historia para contar, nunca una historia para vivir.

Ahí nació la peor inseguridad que tengo: la de no ser amada ni siquiera ahora, ni siquiera "siendo" linda.

Y eso destruye, porque entonces entendés que no era tu cara, ni tu cuerpo, ni tu peso.

Que el problema no era ser fea, sino vivir en un mundo tan horrible, que te enseña que tu único valor es lo que provocás entre sus piernas.

Soy deseada, sí. Pero ser deseada sin ser amada es sentirse sucia sin que nadie te haya tocado. Es sentir que te arrancan algo con cada mensaje, con cada mirada que no te ve, con cada “me encantas” que no significa nada. Es ser invadida sin que nadie te pida permiso.

Y lo peor es que a veces me lo creo, me convenzo de que eso es todo lo que merezco. Que soy buena para una charla vacía, para una noche tibia, pero no para un "te amo".

Y aunque ahora me vea bien, aunque me digan cosas lindas, esa versión rota de mí sigue ahí, escondida, temblando en silencio.

La que se sentía invisible, la que se odiaba, la que se moría por un poco de amor. Y ahora llora porque todo lo que recibe que no lo es.

Y me pregunto si alguna vez va a venir alguien que quiera conocerme de verdad, que no me mire como trofeo, sino como refugio, como lugar donde quedarse.

Y me da miedo pensar que tal vez no, que quizás este mundo ya no sabe amar, que estoy hecha para sentir más de lo que nadie quiere sostener. Que soy demasiado real para quienes solo quieren una foto linda y una historia fácil.

Y entonces me digo, con la cara cansada y el alma hecha pedazos:

Ni siquiera así.

Ni siquiera linda.

Me aman.

Y vuelvo a romperme,

Pero esta vez en silencio, porque ya me cansé de cambiar, si nadie va a verme.