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sentido de pertenencia

sid.

Dec 27, 2025

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sentido de pertenencia
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El destello de un crimen y la ambición de un corazón deseoso de acorralar el chasquido de amor de esa boca acerezada, que reclama con desespero un: “No quiero volver a verte”, pero sabes que está confundida. Entonces, decides que puedes hacerla cambiar de opinión, porque no podes dejar ese gran amor irse por allí. Porque es tu obsesión, tu deseo más profundo. Pero, sientes que no hay nada malo en querer un poco mas intenso que el promedio.

Porque la amas, y sabes que ella podría sentir tu amor. Mientras tu sientes el aroma de las sabanas cuando estas por alli en la habitación. Cuando decides, que esa ventana abierta es una señal para sumergirte de lleno. “Porque tú y yo nacimos del mismo molde, y estamos destinados a que ocurra en un instante más, porque mi corazón merece estar al lado tuyo, incluso si arde”, después, decides tomar fotografías de cada espacio, como una recolección de datos de una escena de crímen, pero solo es la escena de amor donde aquella que adoras descansa. Pero para ti: es sagrado. Cuidadoso, detallas cada espacio y lo anhelas como si estuvieras en un museo. Quieres tocar, quieres ver, pero como una obra: deseas sentir.

Nadie más haría esto por ella. Nadie se quedaría tantas horas frente a la ventana solo por ver si prende la lámpara de su escritorio o si hoy usó el suéter que le queda grande. Nadie ha memorizado cada gesto, cada movimiento de su boca cuando bosteza, la manera en que se rasca la nariz con el dorso de la mano.

Nadie más la quiere tanto como tú, con tanto detalle.

Porque no sos como los otros que la miran en la calle sin saber nada. Vos sabés que le gusta el té sin azúcar, que se muerde las uñas cuando escribe, que llora cada vez que escucha esa canción de piano. Vos sabés que tiene una pequeña cicatriz en el talón izquierdo. Que duerme con una pierna fuera del cobertor.

¿Cómo podrías no amarla, si la conocés tanto?

Sientes ese espacio como tu lugar más íntimo, como acariciar la ropa que ella ha usado, como recoger las hebras de cabello del cepillo, y quedarte un ratito viendo el ambiente.

Pero esta vez es distinto, porque escuchas el ruido de los escalones. No tienes miedo, ¿por qué lo tendrías? Capaz, era el destino queriendo que ambos se conocieran de esta forma, porque para ella: eres un desconocido, pero para ti: la has visto durante un mes seguido, al andar, por la ventana, por redes sociales y has recolectado una infinidad de información, como tu pequeña obsesión, como tu sueño más grande que toma forma y se concentra en ese rostro angelical que abre la puerta de su habitación y te ve por primera vez.

Con horror.

Pero, tú le ves con ojitos de amor.

—No tengas miedo de mí, soy lo que necesitas —le hablas con sutileza, como si no hubiera malicia tras tus palabras, solo un corazón con anhelo de amor puro. —Sé que fuimos hechos el uno para el otro —le quieres hacer entender, pero solo ves su rostro asustado, sus manos tambaleando. Lo provocaste, ella está sintiendo algo por ti, pero no es amor. Es miedo, pero no podes parar, de alguna forma: te gusta. —Por favor, no llames a la policía, solo quiero amarte, ellos me harán parar —ruegas un poco, porque sabes que está retrocediendo de ti entre más caminas. El ambiente es pesado, es el aroma a miedo que inunda la habitación. Sabes que correrá por el pasillo, bajará las escaleras esperando que no seas más rápido.

Pero tú sabes que la puedes alcanzar fácilmente.

—Podría cambiar tu vida —insistes. Porque no la quieres dejar ir, pero ella está a segundos de hacer una llamada. —Podrías ser mi esposa —el cinismo se apodera de tu hablar, pero para ti solo es una declaración dulce y con sentido, porque ella protagoniza tus sueños cada día, y solo quieres cumplir la fantasía. —Tener una pelea, darnos un beso de noche —le cuentas parte de tus anhelos, y ves como un hilito de voz se desprende.

Está asustada.

—Me dijiste que estaba loco, pero solo entré por la ventana de tu habitación de forma discreta. No quería molestar. Solo te extrañaba, lo siento —y el corazón se te apachurra por verla temblar. Pero eres feliz, porque la tienes cerca.

Dejas un pequeño recuerdo tuyo, como una tarjeta de presentación, como un recado para que sepa, que siempre estuviste allí.

—Quería que supieras que era yo. Siempre voy a estar acá, llama si quieres, sé que quieres hacerlo, sé que quieres correr por el celular que dejaste en la mesa del comedor, ve. Pero, yo ya estaré en la esquina de la cuadra, viendo de lejos.

sid.

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