Tiró el papel arrugado a la distancia y erró. No fue la primera vez que se preocupó por el resto de la vida cuando la pelotita no entró en el cesto. Fue una. Así como, de haber entrado, la historia contada sería otra, otra vez otra.
No pensó nada, en el momento, que pudiera pasar. Se podría decir que más bien lo sintió, o presintió, o la mezcla. Pensó en no salir. Pensó para qué, por la necia necesidad de quién.
Su mano parecía no temblar, sino vibrar. Volvió a sentir o a presentir a su mezcla cuando rozó el llavero su palma y cayó. Nada. Qué. Nada.
La avenida siempre llena. Los semáforos siempre cambiantes. Los minutos siempre en un apuro. El calor, el sol abrasivo. Las manos en los bolsillos para camuflar su temblor. El sudor, las palmas, el sudor en las palmas.
Se le perdió la mirada. Se la encontró perdida. La trajo. Al auto rojo. Al piso sólido. A la vereda. La vitrina a la izquierda. La izquierda, la izquierda y la derecha. Acá. De nuevo acá, piensa, mirándose las manos llenas de sudor que se enfriaba. Algo. Qué. Nada.
Una góndola en vertical a su mirada le invita a pasar a un comercio. Le quedaba tiempo. Qué, dónde, algo. Nada. Nada. Nada. Salió.
Se sorprendió al no recordar qué llenabas las góndolas que vió. Caminaba con la mirada dos pasos adelante de los suyos. Caminaba con la mirada.
Veinte minutos. Poco para un café, mucho para esperar sin más. Define refesco, plaza y libro. Refresco. Una interacción y dos miradas: interacción sin interés del interlocutor; posición del ser: tácita. Plaza. Cesped alfombra, dos personas que no ven a nadie que no sean ellas, mutuamente; un perro pasea a su amor, otro juega con él; los bancos vacíos, a pleno sol, pero un árbol. Un árbol. Árbol. Sombra. Árbol. Libro.
Cosas. Algo. Todo. Nada. Qué. Nada. Todo. Nada. Qué. Nada. Qué. Le cortó el índice cambiar de página.
Cambió de página. Índice después en péndulo, gota a tierra. La página sin manchas hasta el primer descuido. Algo, qué, nada, dice el pienso. Algo. Qué. Nada. Lo cerró.
Siete minutos. Poco para buscar un baño, mucho para un cigarro. Miró al cielo. Encontró al sol muy rápido y se encandiló en oprobios qué, algo, dónde. Encendió un cigarro. Ojos en tierra. Sol en los ojos. Otro. Otro. Qué. Algo. Dónde.
Volvía a casa, trece después, triste por no haber llegado a la cita, temiendo algo terrible pudiera pasarle de camino.
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