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Segundos que matan

Vindisset

Jun 18, 2024

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Segundos que matan
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“El tiempo vuela”: lo repiten tantas veces que perdí la cuenta. 

Fui a arreglar altercados a la casa de mi amiga, la que vive cerca de aquí. Mis pasos no completan ni los mil metros. Cuando veo mi muñeca, después de horas sin prestarle atención a los segundos, claramente el tiempo ha pasado y cumplido su periodo. Son las 23 horas. 

No quiero causar incomodidades ni problemas a nadie. Te agradezco la insistencia de quedarme a pasar la noche de igual manera, pero el tiempo vuela. 

Los focos de las calles, tenues y resplandeciendo un amarillo tenebroso, proyectan sombras en los autos estacionados. No hay nadie. Empuño el manojo de llaves, firmes en mi mano derecha y con cada una de las llaves sobresaliendo en cada orificio. No sé si pueda hacerle daño a alguien con esto realmente, pero no pierdo nada si deslumbro los dientes a la vista de todos de cada llave tintineante. 

Mis pies inconscientemente comienzan a apresurarse. Rápido y más rápido, pero no llego a causar estupor en las baldosas callejeras. El segundero del reloj de mi muñeca nunca sonó tan fuerte como ahora. 

A lo lejos vislumbro un par de focos cegadores. Es un auto. Lleno los pulmones de aire y exhalo.

“Pasá rápido”

En su transición de una esquina a otra, el conductor atisba a un costado para silbarme y gritarme lo bien que me quedaba el pantalón que tenía puesto. Se va a toda marcha hasta que el sonido de su motor deja un eco incesante que me perfora los oídos.

No busco confrontación. Quiero llegar a mi casa.

Me apresuro un poco más y las suelas empiezan a resonar en la vereda con baldosas flojas. Escucho pasos delante. Miro instantáneamente y son dos chicos que van hablando bajo entre ellos. Están a unos cuantos metros de mí. En mi mejor intento de pasar desapercibida, me cruzo de vereda. 

Me miran. El tiempo deja de correr por milésimas de segundos. Yo también los miro: deben tener mi edad aproximadamente. Se ríen por lo bajo y siguen derecho mientras trago saliva sonoramente y aprieto más fuerte el manojo de llaves. Tengo los nudillos blancos y el segundero sigue sonando. Ya van a ser y veinte y mi mamá pregunta dónde estoy. 

Si te sirve saber algo, tengo el corazón con altibajos. 

El tacto de mi mano con el pomo de la entrada de casa nunca fue tan cálido como esta noche.

Tiro las llaves en la mesa, frustrada. Me lavo la cara con abundante cantidad de agua y apoyo las palmas de las manos en el lavabo tomando una buena bocanada de aire.

“¿Esto es ser valiente?”


Vindisset

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