se me desvanece la vida ★
Jul 4, 2025
no sé cuántas versiones mías he dejado atrás. no sé cuándo fue la última vez que tuve una forma completa, una silueta sólida, una emoción que no se me deshiciera en los dedos antes de llegar al pecho. cada día es una repetición tenue del anterior: los mismos gestos, los mismos horarios, las mismas palabras pulidas para parecer funcional. y detrás de todo eso, yo, despegándome lentamente de la materia. podría decir que empecé a desaparecer el día que se fue, pero eso sería concederle más precisión al dolor de la que merece. no fue un momento, fue una decadencia. un deslizamiento. algo en mí comenzó a quedarse atrás mientras el resto del mundo seguía caminando. y al principio no dolía. dolía la pérdida, dolía el silencio. pero lo mío —este volverse nadie— empezó como una fatiga suave, una niebla leve que se metía entre mis párpados al amanecer. al abrir los ojos, ya no los sentía del todo míos. y luego fue el pecho, después las manos y después la voz. ahora soy la mitad de una presencia. y a ratos creo que ni eso.
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me levanto, desayuno, me cambio, cumplo. mi trabajo como ángel sigue allí. acompaño, limpio las ruinas emocionales de otros, sonrío y existo de una forma perfecta. pero hoy no lo hago por compasión, ni por misión, ni por fe. lo hago porque es lo único que aún responde a mis movimientos. los días se repiten con un ritmo mecánico y exacto: soy una maquinaria celestial desprogramada, caminando sobre hábitos, viviendo de reflejos. nadie pregunta si estoy bien. nadie me ve con detenimiento y ya estoy aprendido a no esperar que lo hagan. afuera sonrío, organizo cosas, ordeno papeles que ya no tienen importancia. y cuando cruzo el umbral de regreso a casa —si todavía puedo llamarlo así— me convierto en otra cosa. ni mejor ni peor: es una cosa más parecida al vacío. apenas entro, el cuerpo se me afloja. me quito los zapatos, la ropa y debajo no encuentro piel: encuentro aire. no hay calor. no hay peso. no hay mí. ni siquiera las alas me reconocen ya.
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ahora este lugar está lleno de polvo. está limpio, sí, ordenado como siempre. pero está lleno de polvo emocional: de gestos que ya no significan nada, de objetos que no me pertenecen, de aromas que no me representan. mi reflejo se queda en la entrada y no me sigue. me muevo por las habitaciones sintiéndome más fantasma que ángel, tocando cosas que alguna vez fueron suyas y que alguna vez le fueron importantes. llegar a casa me permite sacarme la voz suave con la que me dirigí a los demás durante todo el día. me saco los hombros rectos, el mentón en alto, la compostura. me quito todo. y lo que queda no tiene nombre; lo que queda no tiene forma.
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hace días que no me reconozco. hay momentos en que me paso la mano por el rostro y no siento la piel. momentos en que intento recordar cómo me sentía amar y no encuentro ni siquiera el sentimiento en lo más hueco del corazón. a veces me obligo a mirar fotos y tampoco logro verme, pues todas mis imágenes están descoloridas. fui feliz en ellas, creo. o al menos supe fingirlo bien. pero ahora no sé qué parte de ese rostro era mía. la luz no me responde. el espejo no me devuelve ni el saludo. si canto, mi voz suena lejana. si lloro, el llanto no alcanza el suelo y se queda atrapado en algún lugar intermedio. ya no proyecto sombra. ya no dejo huella en la alfombra. me volví ligero de una forma inquietante porque hoy sentí que la gravedad ha dejado de tomarme en serio. intento pisar con más fuerza, pero no se escucha ni un solo paso. intento tocarme el pecho, pero no hay latido. todo lo que alguna vez fui se fue difuminando sin protesta, tragedia o testigos.
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¿cuánto más puedo irme sin desaparecer del todo? ¿cuánto más puede vaciarse un cuerpo sin que colapse? ¿cuánto puede fingirse funcional antes de quebrarse sin ruido? no tengo una respuesta. tengo rutina, tengo llanto silencioso, tengo ropa tirada en el suelo y alas plegadas que ya no se abren. tengo un amor perdido que fue hogar, luz y cielo, y que ahora es solo una grieta sin fondo. y tengo este intento diario de sostenerme, de no borrar del todo mi silueta, por si algún día alguien regresa a buscarla. por si hay todavía una mano que quiera tocarme, aunque ya no quede piel. por si hay un dios al que aún le importo. pero no lo sé. no lo creo. afuera los días siguen. la ciudad late, la vida continúa con su ruido indiferente. y yo me acuesto en la cama sin peso, sin nombre. con los ojos abiertos, viendo cómo el aire me atraviesa. me quedo así hasta que el sueño me alcanza o hasta que el llanto se seca. lo que ocurra primero en esta forma triste y transparente de seguir existiendo, aunque ya no quede nada por sostener.
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