tengo flores que lloran
no hay roma,
ni ciudad esmeralda,
ni capitales.
hay pétalos,
y sueños,
y enojos
que me llevan a vos.
a vos,
a vos.
todo termina ahí.
es como caminar en círculos,
es como vivir en cuatro paredes
iguales,
amorfas,
como una tortura, pero voluntaria.
empieza en verano,
a las puertas de otoño.
termina conmigo, detonada,
como octomesina llorando en una cuna,
deshilachada en tu sillón
que me punza con vino y tabaco,
que me encadena a mirarnos fijo,
a lo lejos,
en silencio,
rodeados de amigos, pero solos.
solos,
solos, mirándonos,
mirándonos en silencio,
besándonos con el vaso,
basándonos en lo vano.
me enferma el deseo de tenerte,
de que seas mío,
y no solo en silencio,
y no solo a lo lejos;
de que seas mío y me hagas reír,
de nuevo,
de nuevo,
de nuevo; que me plantes sonrisas
y dejes de asesinarme con palabras.
palabras y vinos,
no pétalos, espinas;
espinas que clavás y hundís.
me dejás desangrada,
enterrada,
aterrada,
ahogada con mi amor
y tu deseo opuesto de tenerme de vitrina:
muñeca,
trofeo.
no entiendo.
mirame.
quiero que me mires.
quiero que me ames.
quiero que me mimes.
camino en círculos,
araño paredes,
en círculos.
me emborracho.
es otoño de nuevo.
no me volviste a mirar,
tampoco me terminaste de matar.
regué tu partida con lágrimas de mar.
si volvés a caminar sin rumbo,
si volvés a encontrar el deseo de romperme,
no golpees la puerta:
entrá.
el portón sigue siendo negro.
vas a ver,
amor,
vas a descubrir que, aunque cambiamos dos años de estaciones,
podés volver a encontrarme en el mismo lugar.
el portón sigue siendo negro,
y yo,
mi amor,
sigo tirada en el sillón.
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