Se apaga #001

Se apaga

Un campo en alguna parte del mundo. Una calle que lo atraviesa. Una ruta. El pavimento oscuro, tan oscuro como las sombras de los árboles que flamean tras la ventisca. La pintura estaba gastada y las señales borradas. El silencio que domina aquella madrugada es interrumpido por una lámpara, que en uno de los intentos de hacer corriente encendió la bombilla que se creía quemada.

Se prende. Se apaga. Se prende. Se apaga. Se prende. 

En el suelo, un camino de sangre conduce debajo de la luz que ilumina un antiguo banco, de madera podrida, y clavos oxidados; un cuchillo clavado que de rojo todo tiñó y a su lado una agitada respiración. 

Un silencio ruidoso de pensamientos que gritan y se esconden en las copas más altas de los árboles. 

Se apaga. Se prende. Se apaga. Se prende. Se apaga.

Miedo. El miedo traiciona. El miedo confunde. El miedo te mueve. El creer saber exactamente cómo reaccionar ante la aparición de este sentimiento puede incluso matar(nos). Como si realmente existiera algún tipo de autocontrol en una situación crítica. Pero, ¿qué se dice del miedo de no saber qué ocurrió? 

Se prende. 

El último auto que había atravesado la calle había pasado hace más de cinco horas. Y desde allí, por más lejos que uno logre mirar todo era oscuro. 

De repente a los animales se los oyó susurrar. El viento comenzó a desordenar una pila de billetes que yacían en el hormigón. Nadie los fue a buscar. 

Se apaga. 

Una luz diferente se encendió. De pronto era roja, luego azul. El silencio quedó en el olvido cuando las sirenas comenzaron a acercarse. Nadie se movió. 

Pasos: fuertes. Brazos: extendidos. Clima: frío. 

Pulseras de metal que se enredan en muñecas de sangre. Voces que hablan y no dicen nada. Armas que apuntan y no disparan. 

Se prende.

–Yo no lo mate.