No importan los intentos por ignorar lo obvio, las tristezas no se esfuman por más deseos que le pida a la luna.
No importan cuántos pétalos suaves cubran mi piel, el aroma herbal de mi alma, el conocimiento que rebasa de mi frágil mente o el amor que brota de mi corazón de capullo, mi tallo siempre será distinto.
No soy jazmín, blanca y perfumada.
No soy orquidea, dulce y refinada.
No soy camelia, ni lirio, ni tulipán, no poseo tal belleza, por mas afán.
Por más que respire el mismo néctar, y bajo el cielo me rijan el agua y el sol, parezco no ser lo mismo que la naturaleza que me rodea. Si uno mira el paisaje no percibe tales diferencias, al menos eso me dicen las flores. Las abejas zumban y en su danza matemática yo traduzco su rechazo. Escucho sus susurros, volverse un ramo, inevitablemente marchito, es mejor destino que ser un arbusto o un árbol. Las mariposas miran hacía otro lado, los frutos caen como misiles fallados. Lágrimas de savia, cascadas de ramas. Si hasta las frutas son más bellas, dejaría hasta mi alma.
Lléname de pétalos, lustra mis hojas. engañáme y dime que ser árbol no es tan malo, que las flores mueren en los ojos, que somos solo plantas. Cúbreme con el más bello sol, o déjame relucir destellos de luna, un sauce en el fondo, sabe que jamás sera una flor.
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