Hoy quiero hablarles de un librito, de un ensayo que escribió Jean Paul Sartre, que se llama La trascendencia del ego. Es un libro muy corto, de hecho, en términos de “objeto libro” es como demasiado grande porque la letra es francamente muy muy grande. Es un libro muy corto, tiene un par de ideas muy interesantes que se hacen imprescindibles si uno quiere leer otro libro, como por ejemplo el Ser y la Nada. Muchos de los conceptos que va a encontrar en este librito, La trascendencia del ego, están ahí desarrollados, explicados.
Pero, bueno, si uno no tiene formación en fenomenología, si uno no ha leído apenas algunos conceptos, algunos aproximaciones a Edmund Husserl, probablemente le resulte muy refractario. No así sucede con el Ser y la Nada, que uno tal vez ingenuamente podría leerlo vía Heidegger. o vía existencialismo o vía las propias obras literarias de Sartre y entender buena parte de lo que se dice. Aunque realmente mucho se le va a escapar. Sartre es un pensador que está fuertemente influido por lo que se han llamado las tres H, es decir, Hegel, Husserl y Heidegger. Entender a Sartre supone entender a las tres H.
Sin más, vamos al libro. Hay varias cosas que es importante decir. Primero, cuando uno se inicia en la filosofía, muchas veces, no todos, pero muchos de nosotros comenzamos a leer filosofía a partir de René Descartes y El discurso del método. Y allí se elabora esa frase tan famosa, tan célebre, tan repetida, muchas veces mal interpretada. Pienso luego existo. Esta frase que dice “Je pense donc je suis”, coloca esta experiencia existencial, si se quiere, con respecto al yo, con respecto a la introspección, como si fuera algo transparente, como si fuera algo inmediato, como si fuera un axioma intuitivo, autoevidente, o al menos así es como lo presenta René Descartes en sus Meditaciones metafísicas ya allá por el siglo XVII.
Bien, lo que hace la fenomenología es diseccionar qué es este yo y elaborar nuevos conceptos que permiten matizar de una manera bastante interesante en qué consiste este yo. Sartre va a distinguir entre tres cosas. El yo, je en francés, el mí, moi en francés y el ego. Ego es una palabra latina. Entonces, frente al je, moi y ego tenemos ahora tres tipos de yoes.
Bien, ¿en qué consisten estas diferencias? Uno de los primeras aproximaciones que podemos hacer, y de hecho así empieza el libro de Sartre, es de la expresión de Immanuel Kant, “el yo pienso debe poder acompañar todas nuestras representaciones”. ¿Qué es este yo pienso debe acompañar todas nuestras interpretaciones? En la crítica de la razón pura lo que hace Kant es establecer cómo son posibles los juicios sintéticos a priori, es decir, cómo es posible que frente a una multiplicidad de enunciados, una multiplicidad de experiencias, yo pueda sintetizarlas unas a otras y elaborar, por ejemplo, proposiciones del estilo todo lo material es extenso o por ejemplo 7 + 5 = 12. Ese tipo de proposiciones que constituyen juicios sintéticos a priori, Kant los formula mediante el yo pienso. Este yo pienso que debe, y atención, debe poder acompañar todas nuestras representaciones es una síntesis de los enunciados.
Pero atención para Kant este yo pienso no es el yo pienso existencial. Este, yo pienso no es el yo que vive, que sueña, que ama, que teme, que goza. No, no es el yo que él va a llamar yo empírico, es lo que él llama el yo trascendental. Este yo es un otro. Este yo es una unidad metafísica supuesta que lo que hace es unificar nuestras experiencias para poder dar enunciados verdaderos y científicos. Lo que hace Sartre es vincular a este yo con el je, es decir, el yo, tal como es vivido en estos términos, es el yo como el yo sujeto, el yo que se pone delante de un objeto y lo conoce. Delante de este yo sujeto existen los objetos. El yo se arroja a los objetos, los conoce, los capta y los lleva para su conciencia trascendente.
Entonces aparece una cuestión interesante. ¿Qué sucede cuando el yo no se dirige, por ejemplo, a estos libros, sino que se dirige a sí mismo? Y cuando hablamos del sí mismo, obviamente no nos referimos a nuestro cuerpo. Cuando el yo se remite a sí mismo, hablamos de lo que Sartre llama el moi, el yo objeto.
Tenemos un yo sujeto y un yo objeto, el je y el moi. Esto es lo que se distingue entre el yo reflexivo y el yo reflexo.
Vale decir, esta “reflexión” tiene una doble función semántica. Por un lado, el concepto intelectual de la reflexión, como cuando alguien piensa y reflexiona sobre tal asunto, pero también el sentido físico, el sentido de un rayo de luz que refleja a otro. Eso es una reflexión.
Cuando el yo se arroja al mí, al moi, acontece la introspección. En esa introspección uno puede determinar los estados de conciencia del moi. Entonces uno se piensa a sí mismo como je y como moi.
Sartre va a establecer esta relación muy típica en el Ser y la Nada como conciencia no tética, o sea la conciencia dirigida.
Recordemos que para la fenomenología es fundamental y elemental el concepto de intencionalidad. La intencionalidad lo que hace es captar la relación entre el yo cognoscente y el objeto intentado. El objeto intentado lo que hace es trazar una unidad intencional entre el yo que conoce y el objeto, entre Noesis y Noema. Bien, lo que ocurre es que este moi, este mí ocurre como algo objetivo, como algo que no es activo, sino que es pasivo.
Cuando vos estás corriendo un colectivo, no es el yo el que está corriendo el colectivo, no es el yo cognoscente que se está relacionando intencionalmente con el objeto para conocerlo. Es el moi que está siendo empujado, pulsionado por correr el colectivo. Cuando uno está hablando con otra persona, muchas veces, en general no es el je el que actúa, sino que es el moi. Este moi que aparece en la conciencia aparece como en un segundo plano. Es como que cuando nosotros hablamos con otra persona siempre está presente ese mí. Siempre está presente ese moi, pero está como en segundo plano. Yo sé que soy yo el que hablo, pero no soy yo en tanto actividad. No soy yo el que se postula a sí mismo como yo y el que intencionalmente está dirigido hacia sí mismo. Esta diferencia entre je y moi en la fenomenología sartreana es clave para entender todos sus desarrollos fenomenológicos a lo largo de su obra.
Pero las cosas no se terminan ahí, porque aparece lo que él llama el ego. El ego en síntesis es una comunión, una unión entre el je y el moi. Ahora bien, este ego, en tanto síntesis de ambos, no es que sea la suma de ambos. El ego no es un yo inteligente dirigido hacia las cosas. Y el ego no es un moi pasivo que recibe las cosas y que está en un segundo plano. El ego, va a decir Sartre, es trascendente. El ego es el que recibe todas las acciones y todas las praxis del mundo. En ese sentido, cuando el ego, por ejemplo, está enamorado de alguien, el ego percibe una serie de emociones que fluyen de el moi al je. Por ejemplo, yo puedo saber que estoy enamorado de alguien, por ejemplo, darme cuenta y decir “te amo”. Pero por otro lado, en muchas otras situaciones, yo no soy consciente de que te estoy amado. Eso es lo que se llama una intermitencia del yo. En ese sentido, el yo actúa, el ego actúa de una manera pasiva y Sartre va a distinguir entre tres tipos de cosas que él va a llamar los estados, las actividades y las cualidades.
Cuando yo odio a alguien, puedo estar dirigido como estado, como un estado, como que tal persona me produce repulsión, como que tal persona me produce repugnancia, como que con solo verlo mi cuerpo reacciona de una manera crispada. Eso es lo que él llama un estado. Y ese estado no es algo momentáneo, no es un estímulo respuesta, sino que es algo que dura. Este concepto de duración viene de Henry Bergson. Esta duración se constituye en el tiempo, en el pasado, que es lo que le da su fuerza en el presente a ese odio, pero también en el futuro, porque hay un compromiso existencial con seguir odiando a esa persona en el futuro. Es lo que se llama un estado.
Una actividad constituye el cómo yo me afecto, para poder realizar una determinada acción. Si yo, por ejemplo, quiero grabar un video, si tengo que realizar la actividad de grabar un video, bueno, me tengo que afectar de cierta templanza, de cierto estado de ánimo, de cierta impostación de la voz, etcétera, etcétera. Eso sería una actividad. Y la cualidad constituyen las características estabilizadas del ego que permiten que a lo largo del tiempo perduren ciertas disposiciones del ego.
Este ego, finalmente va a decir Sartre, no es un ego que esté atrapado en la conciencia. Esto es muy importante, no es que el yo es el ego potenciado por la conciencia, sino que el yo está escindido del ego. En todo caso, el ego es una suerte de objeto para el yo. Es decir, el ego subsume el mí, el moi. El mí es la parte del ego que el yo se dirige intencionalmente a sí mismo para captarse y reflexionar sobre sí mismo. La parte reflexa.
Por otro lado, el ego existe afuera de mí mismo. Esto es muy loco. Que el ego existe fuera de mí mismo significa que existe como cosa, que existe como realidad, que yo no domino, que yo no controlo, que yo no controlo, que yo no soy dueño, yo no soy dueño de mi ego.
Y esto es también muy interesante en estos términos porque supera la dificultad del solipsismo. Para la posición solipsista, yo considero que el mundo no existe y que todo lo que existe soy yo mismo. Si todo lo que existe soy yo mismo, todo lo que yo veo, todo lo que yo escucho, todo lo que me dicen es una creación de mi propia conciencia que es mucho más inteligente de lo que yo puedo llegar a imaginar. Yo sería una especie de Dios que crea al mundo sin saberlo.
Lo que dice Sartre es que el ego existe afuera de mí mismo y existe disponible para los otros. Es decir, cuando yo converso con alguien, por ejemplo, le digo a José que estoy enamorado de Julieta, el amor que yo siento por Julieta es una actividad que para el yo es un estado mental que yo puedo percibir de una manera introspectiva, pero ese amor por Julieta no me pertenece con exclusividad a mí mismo, sino que José al captarme a mí mismo, al escucharme, al conocerme, al diagnosticarme, al hipotetizar también puede captar ese amor que yo tengo por Julieta. Entonces, este ego está afuera de mí mismo y este ego está conocido por los otros y está eyectado en el mundo.
Básicamente en eso consiste la trascendencia del ego, un texto muy breve de Sartre, un texto que se lee en una tarde, pero debo decir que si uno no estuvo formado filosóficamente por Husserl, por Hegel, por Heidegger, puede parecer básicamente chino básico y no entender nada. Con este post quisiera ayudar a que los que les interesa el existencialismo, e intentan estudiar a Sartre con seriedad pueden llegar a tener una aproximación.

Bonchi Martínez
En este perfil podrán encontrar artículos ensayísticos, estudios de autores, cuentos y poemas
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión