Reed:
Tengo 24 años, actualmente vivo en retiro. Recién volví de un boliche. Tenía luces fosforescentes, chicas en vestidos apretados meneando con lentitud y chicos de tonos claros repitiendo lo mismo. La música no era buena. Una conocida que meneaba cerca mio sin mucha expresión facial me dijo que el dj era alto y lindo. Era una mosquita muerta.
El boliche estaba lejos, me hubiese gustado irme antes, pero mi amiga Catalina me necesitaba, lo noté en su mirada. Fue su cumpleaños, ayer. Hace dos semanas le hizo mucho daño al novio y su novio reaccionó diciendo que le iba arruinar la vida. Ambos rompieron con el fino velo de esperanza que confiamos al ser salvados por un otro. Aun así, ella encuentra felicidad en sus brazos. No la culpo, yo también quise devorar esa carne que te da el creer que otro cuerpo es tuyo. Me paré detrás suyo, como un guardaespaldas, mientras el novio le tiraba una mirada perdida por el boliche. Le hizo la cañita de pescar y ella se acercó. Me dió mucha vergüenza ajena. Mis pertenencias estaban escondidas en el sillón de una mesa que alquiló un chico que al parecer hoy también cumplía años. Me dijo hola reed, en la entrada, usaba una camisa blanca con tres texturas distintas. El patova en la entrada hasta la médula de cocaína me medía con su ojo directo. A mis pertenencias las sentí demasiado lejanas como para salir corriendo. Temí que nunca jamas pudiese irme. Esperé a que la inercia me acercara, para partir hacía un lugar que conozco más violento.
En la facultad me enseñaron que la publicidad en los últimos años hizo una transición hacía el “human-centric marketing”.
Cuando camino por las calles de la ciudad no veo más que monstruos, robots, muertos en carteles gigantes. También veo gente tranquila, alegre, caminando por la calle. Veo esclavos renegados en la eternidad del odio. A los que no tienen nada, a esta hora de la madrugada, les temo. Más que a ellos, a su desesperación. No se rían en mi cara, pero intento en mi temor por lo menos mostrar amor. Son tres segundos, un cruce. Desearía que no fuese así. Que no hubiese monstruos impresos enfocados con grandes luces, que los que no tienen nada tuviesen mucho, que los afortunados que sí tienen no tuviesen tantas ganas de olvidarse de que están vivos y que los que saben que están vivos me pudiesen salvar de mi propia pena.
El primer evento de mi noche fue mi hermana contándome que no sabe cómo hacer para que la dejen de acosar. Cuando lo pienso se me cierra el puño de rabia. Mi hermana es cuatro años más grande que yo, la conozco desde que tengo 0 años. Ella para mi siempre fue y será una fuente de luz. La inocencia es nuestra. La ví saltar de la cama al piso, protegerme de monstruos imaginarios. Colocarse primero antes de pasar a cualquier lugar extraño. Si había un bicho raro, ella se acercaba y lo estudiaba. Corríamos por el campo. Prendíamos velas a la noche y mirábamos películas de terror. Usaba el pelo carre, se creía invencible y le gritaba a todo con lo que no estuviese de acuerdo.
A los 18 años las amigas la dejaron sola borracha afuera de un boliche y la violó un tipo de 40. A mi me violó un tipo a los 15.
Se que la gente no tiene hijos para que los violen. O quizás no importa, por que fumamos la pipa egoísta de la fe.
Hoy respiré el suspiro de una de estas personas, las que no tienen nada. Se escondió, o no sé, me habrá dejado pasar, fue raro, detrás de un cartel. Un cartel de Giesso que dice: lo que siempre está bien, e impreso hay un chico con el pelo corrido hacía atrás, revelando una frente asquerosamente grande, usando un saco azul y una mirarda sangrienta.
El hombre se escondió detrás de allí y claro, se me pusieron los pelos de punta, porque de lejos yo supe que esa persona no tenía nada. Lo denotaba su cuerpo achicharrado por la supervivencia y la angustia. Me aparté y puse mi pecho, porque si tenía que pelear por lo menos, por ahora, que sea de frente. Él me miró. Sus ojos invadidos de dolor. Su mueca sólida y agrietada. Suspiró.
La calle estaba llena de faroles. El boliche tenía luces que rebotaban. El novio de mi amiga no me miraba a los ojos.
En el cemento de las calles porteñas podía oler la sangre. Clara, fresca.
Cerca, por llegar a mi casa, un chico usaba el teléfono mientras paseaba al perro. El frío corría directo por Suipacha.
Dos chicos que rebuscaban la basura le preguntaron la hora. Yo seduje al perro con la mano. 4 de la mañana, contestó el chico, más lindo tu perro, le dije, pero che, le dijo y siguieron camino, rápido, lejos. Un oficial se acercó con la mano firme en su palo. En mi casa me esperaba un portero.
Esta mañana la arranqué llorando. Canté Garganta con arena, de Adriana Varela. Lo pensaba a Juan. Con él me sentí único. Cantábamos juntos. Esta vez lloré solo, abajo de la ducha. Me preguntaba si alguien sentiría pena por mi. Si toda mi tragedia tenia algún puerto, si ese vertigo tendría algunos brazos que lo reciban.
Mi última pareja tuvo la decencia de golpearme. Con él me sentí eterno. No existió otro final, para nosotros. Capaz si a el de nene no le hubiesen pegado más fuerte que a mí hubiésemos podido.
No se si nadie puede ser salvado.
A los 21 años conocí a Ivo. Me hizo sentir claro como el mar. Con él vi el cielo moverse, les juro que soplé las nubes como quien corre hasta el horizonte y busca lo que hay detrás. Probé los caramelos de todos los sabores, esa delicia reservada para los ángeles. Ese recorte de cielo que tanto busco en las calles de Buenos Aires.
Capaz él solo quiso sentirse bien. No es que mi eternidad sea más importante que sus ganas de placer. El sol se muere al mismo ritmo para los dos. Lo que sí sé es que fuimos jóvenes, juntos.
Con los 2 sentí esa magia que solo se le puede pedir al amor. Una que estaba convencido abundaba. Mi mayor miedo es dejar de creer.
Con ambos amé en una playa.
Cuando fue Ivo no pensé en nada. Nos metimos al agua fría en invierno, con ropa. Ahí adentro chapamos. Mientras las gotas de sal se secaban en nuestra piel y nuestra piel esponjosa rebotaba.
Con Juan, las nubes negras rompieron en relámpagos tan violentos como el nacer y nosotros le gritamos, como si fuesemos a morir esa misma noche. Juan después me gritó a mi. Después me pidió perdón.
Siempre que sentí amor, la gente me pareció muy ridícula. Todo tan serio, tan uniformado.
A los autos de la 9 de julio les pedí que me pisen mientras gritase:
El cansancio nos va a matar. Los adjetivos sobran.
Hoy ví a mi madre. Me pidió que subiera un corazón gigante que arme con cartón y pedazos de colchón, del garage al ático. Después nos tomamos un café en Maru Botana. Dos mujeres se sentaron al lado, una con leucemia diagnosticada. Hablaba con su amiga, más bien le pedía ayuda. Ella le dijo, vas a tener que laburar para pasar los tratamientos, y después vas a tener que laburar para que tu vida deje de ser triste.
Después la mujer con leucemia criticó a otra mujer que pasó, dijo que estaba muy gorda. Después criticó a los gays, pero lo hizo muy bajito. Supongo que su alma ya se estaba haciendo cargo de matarla. Por opinar sobre el resto. Por creerse mejor. El alma humana no está diseñada para creerse mejor que otras. La consume. El alma está hecha para alegrarse y después apenarse de haber sido feliz. Con todo el abanico de emociones de por medio.
Creo que todos confiamos en la interacción entre el alma y el sol.
El Mcdonalds de Santa Fe y Callao brilla espléndido las 24 horas del día. Volviendo de la fiesta lo pasé caminando. Un chico cruzaba la avenida con el pecho primero, emocionado por volver a casa. Que linda es la gente que camina con el pecho primero.
A mi amiga Catalina la despedí diciéndole que la amaba, con un par de besos en la frente. Ella sintió lo mismo y después volvió a lo suyo.
De a ratos siento que amo con arena deslizándose ya seca por un pequeño cilindro de vidrio detrás de mis ojos. A veces logro sacar mi corazón afuera.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión