vivo preso del temor de derramarme en las manos equivocadas, que mi sangre fluya sin control y que al darme cuenta ya no haya tiempo de detener la hemorragia que yo mismo causé. he muerto una y mil veces en manos que hoy se sienten ajenas, lejanas, frías, y dejo en ellas una parte de mí que no puede recuperarse y que no recuerdo haber perdido, pero que echo de menos mientras duelo por ahí. este se quedó con mis suspiros de amor, aquel con mis lágrimas de desesperanza y tal vez alguien se llevó un pedazo de mi piel, justo donde estaba el tatuaje mal hecho que me hice a escondidas de mamá, y lo lleva de llavero como un trofeo que no recuerda haber cazado y que no se molesta en recordar. mi sangre ha sido drenada por todo lo que me toca cual vampiro y escupida sin mas, porque mi amargura les pudre hasta los huesos y les da acidez. aún así, me sigo derramando en palabras, sigo abriéndome los brazos con los dientes y las uñas para hacer de mi sangre la tinta de mis poemas cuando el amor roza mi hombro y se ríe en mi oreja, burlándose de mi desesperación, de mi anhelo delirante de unos brazos que me sostengan mientras sigo sangrando amor, mientras este se derrama a borbotones por mi boca, por mis ojos y oídos. quiero doler hasta que el amor me consuma hacia la muerte y renacer de ella para volver a irme hasta que la eternidad llegue a su fin, y solo así sabré que valió la pena dejar una mitad de mí en buscar la mitad de otro.
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