una breve introducción a «Sangra Shatila»
Ismail, Walid, Suhaila y Noura son cuatro niñeces que narran sus experiencias de vida durante y después de las masacres de Sabra y Shatila, campos de refugiados y suburbios de los más precarios al oeste de la ciudad de Beirut, en el Líbano. Ellxs hablan en nombre de sí mismos, pero también de cada una de las personas que integraron su núcleo social, todas inevitablemente atravesadas por la misma suerte de ocupación, desplazamiento, pertenencia a la tierra e ímpetu de resistencia que caracteriza a todos los pueblos víctimas de la violencia más abyecta, tanto palestinos refugiados como sus compatriotas libaneses, desplazados y destruidos por la ocupación militar que tuvo lugar en junio del mismo año al Sur de su país.
El despliegue del horror tuvo en su autoría a las milicias falangistas católicas maronitas en connivencia con el ejército de ocupación sionista durante septiembre del año 82' —del 15 al 18 de dicho mes—. Sus voces son hoy el eco tangible que habla por las otras miles de niñeces que no tuvieron esa oportunidad.
Y en último lugar, hacer una mención necesaria al combustible emocional e imaginativo de estas humildes narrativas: el documental «Niños de Shatila» de la cineasta Jordana Mai Masri, una muy conmovedora y solemne obra que captura virtuosamente la esencia de los nobles y guerreros corazones que se rehusaron y seguirán rehusando a la miseria que les impone.
míralo a Ismail, tiene tan sólo diez estrellas en su cielo
I
sí, ismail, 10 años
éramos miles de extraviados en casa de nuestros hermanos.
tres días y tres noches infames bastaron
para que los horrores fueran tantos como nosotros.
escapamos llevando nuestra suerte
una de sonrisas truncas y miradas perdidas
que entre charcos de agua servida y sangre curtida
brotaban como coplas escritas
de puñal en pecho.
ilusiones devoradas por los hechos
y un único destino
que nos dejó el dolor
la penumbra de aquel extraño lugar,
la hediondez, el calor y los desechos
que con el polvo y filo de las excavadoras
diluían nuestra esencia
y atravesaban nuestros recuerdos.
todo tan distinto era a nuestra tierra
a sus olivos, sus granadas y su tierra baldía
sellada a mi mente
atrapada en una vida de desvelos y saudades
con rostros que se niegan
a renunciar a su color.
así desangra mi tierra y su brebaje
con sus olivos y su fermento
sus nubes terrosas, su movedizo viento
el tabún con moho y los muros de cemento
rodeada ella por un tiburón salvaje
y el mar su prisionero.
cautivos en nuestra propia tierra
y fuera de ella.
la promesa del suelo de nuestros hermanos
no bastó ante la barbarie
ni los huesos rotos como esperanzas quebradas
con las que Nuestros Mártires
se fueron también.
II
noura, 12 años
soñaba algún día
entre la tierra mojada y desamparada de Shatila
en tener un cumpleaños
como otras niñeces.
el trauma de mi madre, aparece
con la sombra que despojó a su hermano
que de esta vida partió, injustamente, tan temprano
sólo cuatro meses de distancia mancharon
una vivencia pensada para el recuerdo.
era el primer año de vida de mi hermanito.
desde aquel cumpleaños en vano
sin mi tío amado
nunca más hubo cumpleaños
para nadie por igual.
a partir de entonces
cumplir cada año
no fue más que el cálculo
de la cronología del dolor.
III
walid, 11 años
a mi mejor amigo
lo recordaré siempre
como el príncipe de los caballos.
galopaba con su potro
sus sacos de tierra
su bravaje y sus dádivas
y diez gallos de corral
por las truncas calles
y el marchito rosedal
de nuestro refugio.
diría que ni las bombas pudieron con él
ni con sus desengaños y artilugios
porque las travesuras con sus amigos
las mañas de la vida sufrida
lo hicieron presente y fornido.
lo recordaremos yo y mis hermanos por siempre
nada ni nadie
lo sellarán en el olvido.
IV
suhaila, 8 años
recuerdo a papá
era un geniecillo experto de las computadoras
y para poder ganarse el pan de cada día
recogía la basura a cualquier hora.
nos llevaba de paseo
contándonos sobre los tiempos de otrora
cuando en la tierra no yacían cuerpos pálidos
o brillos químicos de fósforo blanco
y sus auroras de muerte cantada
sólo muchas granadas y olivos
vívidas moreras de zarzamora
detrás de montañas arboladas
con sus cedros y bellos barrancos
lo recuerdo con un amor muy grande
lo extraño tanto
con una melancolía y un dolor
tan grande
como el brillo y la fuerza de nuestra tierra.

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