mobile isologo
buscar...

Sala de espera

Jul 9, 2025

151
Sala de espera
Empieza a escribir gratis en quaderno

Un dolor agudo en el abdomen lo despertó a las 03:30 a.m. Abrazó una de las almohadas e intentó consolidar el sueño, pero las puntadas lo doblaban cada vez más. Se levantó con dificultad, bebió un vaso de agua de la canilla y una nueva puntada, la peor de todas, lo puso de rodillas. Gateó como un bebé hasta el dormitorio, se vistió con lo que tenía a mano y pidió un remis para ir al hospital. Una vez ahí, se anunció en mesa de entrada y tomó asiento en la sala de espera que se encontraba vacía.

¿Hace cuánto que no entraba a un hospital?–se preguntó, buscando distraerse de su malestar–. Hace…, ¿cuatro años?, sí, a causa de una muela infectada–Se respondió–. Pero esto es más preocupante porque fue repentino, pues anoche, antes de acostarme, me sentía bien…

Pensar en el dolor empeoraba su condición y los informerciales sobre cuchillos, ollas y sartenes, que una vieja TV de tubo emitía en un rincón, no ayudaban para nada.

Como era el único paciente en espera desde que ingresó, al cabo de unos veinticinco minutos, se arrimó a la recepción arrastrando los pies, para consultar si tendría que esperar mucho más, ya que no se sentía nada bien.

El médico se encuentra atendiendo una urgencia –respondió la administrativa que ojeaba una revista de cosméticos mientras se pintaba las uñas–, apenas se desocupe te va a llamar.

Lucas buscó un asiento con una butaca firme y equilibrada pero no encontró y optó por el más cercano al consultorio, del lado contrario de donde se había sentado antes, solo para tener otras cosas que mirar, como el cartel en el que algún talentoso dibujó un pene sobre el dedo de la enfermera que pide silencio y las instrucciones para el uso de un matafuegos, sin el matafuegos.

Pronto empezó a llover y el ruido de las gotas azotando la vidriera y el canto de las aves anunciando el amanecer tuvieron un efecto anestésico que lo condujo al sueño, hasta que el llanto de un bebé hizo estallar la burbuja cálida en la que flotaba. Y ya no era el único paciente en la sala; una mujer rapada y cubierta de tatuajes y piercings lo observaba desde los asientos de enfrente.

―¿Qué tal? –saludó Lucas, y esta solo sonrió de forma siniestra y le mostró su lengua bífida y dos colmillos postizos más largos de lo normal–. ¿No sabés si el médico me llamó mientras dormía?, –preguntó el muchacho, esperando esta vez una respuesta por parte de la mujer que, en cambio, separó las piernas luciendo su sexo depilado–.

―¿Querés coger? –preguntó ella–. Siempre quise coger en un hospital –prosiguió la extraña dama–, ¿vos no?

―Por ahora me conformo con recibir atención médica –contestó Lucas y se levantó utilizando la pared como apoyo, e insultando entre dientes, ante la atenta mirada de la extraña que seguía mostrando el sexo-.

De pronto, el pasillo que separaba la sala de espera con la recepción, se alargó infinitamente mientras las luces parpadeaban y la barandilla parecía doblarse ante la presión de sus manos. Las paredes, el suelo y el techo se confundieron en un remolino que trituraron su cuerpo.

Tras una intervención quirúrgica de urgencia, Lucas despertó en una cama del hospital.

Tuviste una peritonitis –le informó una enfermera–, pero vas a estar bien.

 

Alan Chaya

Comentarios

No hay comentarios todavía, sé el primero!

Debes iniciar sesión para comentar

Iniciar sesión