Las vacaciones de invierno son la época que más espero en el año. Con mi papá todos los años tenemos la tradición de la primera semana de las vacaciones ir a recorrer cafeterías por la ciudad. En esta oportunidad hicimos un calendario con una selección muy específica de cafeterías que nos gustan a ambos, el Lunes empezábamos con un clásico: Las Violetas.
Al llegar, nos sentamos en la mesa que estaba al lado del mostrador de tortas para empezar a tentarnos desde el primer instante. Nos trajeron el menú y había tantas cosas que, decidir que pedir iba a ser algo complicado. Después de 15 minutos ya sabía que pedirme: Una porción de torta de chocolate, mi favorita de chica y un capuchino.
Cuando llegó la merienda con mi papá teníamos una sensación de felicidad, esos planes eran los que más nos gustaban, podíamos charlar y ponernos al día.
Con el primer mordisco de la torta sentí algo raro, una especie de nostalgia repentina, seguí degustando junto al café y seguía sintiendo algo raro, cada vez se acentuaba más.
De la nada me sentía diferente, la torta estaba por la mitad y yo estaba en el cuerpo de una niña de 10 años, no entendía qué estaba pasando y no encontraba a mi papá. Nada parecía haberse alterado en el espacio donde estaba, la gente seguía siendo la misma pero yo, no lo era, había viajado en el tiempo.
Todos los recuerdos de esa etapa de mi vida vinieron a mi mente, la primera vez que fui a merendar con mi papá, el recuerdo de esa tarde que tanto me había gustado y que siempre iba a ser algo lindo en mi memoria.
Sin notarlo, estaba llorando, no era un llanto de desesperación por la situación, era un llanto de nostalgia. Esa merienda me había transportado a mi niñez, a esa etapa en donde todo tiene una magia y los espacios dejan huellas que nunca se olvidan.
Terminé mi merienda en el cuerpo de esa niña de 10 años, decidí no entrar en desesperación, quizás se trataba de una señal, de que tenía que experimentar de vuelta mi niñez. Al tomar un vaso de agua volví a ser una chica de 19 años. Al ver a mi papá, él estaba mirando a un punto fijo, cómo si le hubiera pasado lo mismo que a mí. Decidí esperar unos minutos y efectivamente, mi papá también había viajado en el tiempo con su merienda.
Las vacaciones de invierno para mí son eso: nostalgia y recuerdos de la niñez, un tiempo en el que recordamos una etapa que nos dió felicidad y a veces cuando crecemos, no la sabemos apreciar del todo. Ahora las vacaciones para mi simbolizaban un viaje temporal, asociaba esos días con volver, reflexionar y viajar por momentos.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión