S.A - 2.

Hace dos domingos, caminaba por Junín al 200. Veo la situación de un delivery sacando una caja de pizza, acercándose a la reja del edificio, y que una chica la abriera para recibir la comida. Fue un diálogo breve, muy amable de parte de ambos.

Seguí camino en dirección a Rivadavia y me dió bronca, yo hubiera puteado en el lugar del repartidor, frené en seco. Esos son mis prejuicios, yo estoy creyendo que la mina de bata rosa que estaba agarrando esa caja de pizza es una clasista e hipócrita.

Lentamente, la caminata, el aire fresco y la marihuana, se convirtieron en una balsa que navegaba levitando por las aguas tranquilas del delta; respiré distinto y me sentí seguro en el singlar de lo que me había dado cuenta.

Creo haber relacionado la idea de que la realidad*, es tan profunda, transversal que la podemos llegar a moldear a nuestro antojo. Claramente no es tan fácil, me parece que llegue a pensar eso un poco por el dilema del texto anterior.

Durante la semana me tomé el 85 en Floresta. Subí y me acomodé en el medio, parado mirando hacía la ventanilla, iba viendo los colores de los locales. A mi derecha había una pibita parada que empezó a dialogar con otra de la misma edad, 16 más o menos, que estaba sentada. Seguía mirando colores hasta que entendí que estaban repasando la letra de una obra de teatro. Escuché, presté suma atención a cada palabra, cada sílaba, cada sibilancia de consonantes al final de las oraciones.

Lo interrumpieron y se callaron.

A los pocos minutos comienzan a charlar, escucho sus tonos reales, sus modismos, sus preocupaciones, sus planes.

Había mucha diferencia entre la letra que repasaban y quienes eran ellas en la realidad.

Me bajé del 85 en Caballito y lo relacioné automáticamente con lo que había pensado el domingo por la noche.

La realidad es aplastante, totalmente transversal y puede definir aspectos radicales; sin ser nunca cuestionados.

Volvamos al 85, esas dos pibas, están tan convencidas de lo pragmático que las rodea, que se les hace imposible romper eso e imaginarse ser los personajes de la obra. Ahora bien, agarremos de ejemplo a cualquiera de las dos pibas, se manda una cagada en el colegio, lo cual se ve involucrada otra gente, puede ser la madre o amigas, la cuestión es que la piba tiene que dar la cara y remarla y salir de ahí. Ella sabe, casi intuitivamente, que debe caretear y hablar de una forma muy determinada, casi a medida, para afrontar a las personas involucradas y ella salir ilesa. ¿Por qué lo hace, y todavía más relevante es saber de dónde proviene ese instinto en caretear? Es, en mi opinión, una forma de actuar, asume un discurso practicado y lo expone ante un receptor, fingiendo lo que es un pequeño arroyo ramificando de su realidad; alterando a esta para zafar. ** Ella, esta piba del ejemplo, nunca va a relacionar esta secuencia actuada con la obra que ensaya con su amiga del colegio. Flasheo que es por el hecho que se vió obligada a reducir el impacto de las consecuencias de haber decidido hacer una estupidez pueril. Es parte de su realidad, es intrínseca, no lo puede separar como un hecho donde aisla parte de su unidad y diversifica recursos para otro molino y…no puede, simplemente entiende que en determinado momento tiene que decir tal y cual cosa y tratar de aprender de los errores.

Entonces cuando tiene que actuar y pasar letra con su compañera, no logra ser orgánica, hay algo en su cabeza que le repite que ella no está en esa situación. O tal vez algo en su cabeza la lleva a ese escenario onírico, pero el bondi y el alrededor es muy penetrante para sus sentidos.

* La realidad es algo que tengo muchas ganas de abordar en los próximos textos.

** Cabe decir que también podríamos hablar sobre el interlocutor que comprende rápidamente el juego de la piba y finge, alterando así también su porción de realidad.