Miembro de una infeliz sociedad,
a diario apago la ruidosa alarma,
me desmorono en pedazos.
Ajusto la corbata,
me ciño el disfraz
y me largo.
Tomo el mismo camino,
atascado de tráfico.
Comparto el ascensor
con otros enmascarados,
bulliciosos extraños.
Llego a mi cubículo,
dentro de la colmena.
Una pila de tareas
me espera.
Maquinizo el tiempo
con resignación y destreza.
Son las tres,
hora del almuerzo,
plagado de risas forzadas,
de almas presas del sistema.
Después,
me ato a la silla,
al lavado de cerebro.
La jornada termina.
Todos huyen de prisa,
anhelando una libertad
hecha de un par de horas,
de un par de mentiras.
Solo queda el cansancio,
una mente vacía,
esperando el subterráneo,
envejeciendo.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión