Otro día que va llegando tarde a casa, después de 16 horas en el trabajo.
Pero la paciente se despertó rápido y sin complicaciones, eso es de celebrar.
¡Que sí Jefferson, que ya estoy llegando y lo vamos a arreglar! Despreocúpate, mañana yo me despierto temprano y paso al colegio a hablar con la maestra.
Jeffry es un niño especial, por tanto, criarle ha sido más duro que al resto de sus hermanos.
Sola, porque lo que es el Negro, ni llama desde que llegó a Colombia.
Sin embargo, hay algo en él cuando ríe, no lo sabría describir. Solo sé que me da calma y ganas de levantarme todos los días.
Yesenia se atormenta de tanto pensar. Le desagrada pasar tantas horas en la clínica y le aterra la posibilidad de que no la llamen más.
Todo, por pocos dólares el día.
La necesidad tiene cara de perro.
¿Entonces qué voy a hacer, Mario? Me tengo que reír y poner buena cara.
Los riales no los regalan.
Baja la vista y con mi mano, busco su hombro.
Nos identificamos y compartimos como iguales, ambos estamos jodidos y al parecer sin edad; es lo que tiene la vida laboral.
El autobús se detiene en la primera parada de Las Minas, ella se levanta y avanza hacia la puerta. Con la boca, sin emitir sonido, me dice: cuídate, niño.
La veo perderse calle abajo e imagino que llega a la puerta de su casita; ahí está él, sin bañarse, pero contento.
La abraza y le dice: Gordita, ¿verdad que hoy si me lees un cuento?
Mario, pero no Hernández.
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