Rocinante

Me gustaría saber.
Quiero saber cuánto más, cuánto tiempo más tengo que continuar con esto. ¿De verdad tengo tanto dolor por depurar? ¿Tantas heridas por lamer?

Desde diciembre me siento en un círculo de autoexplotación de mi propia miseria, como si de repente tuviera que limpiar todo: lo que me avergüenza, lo que me aterroriza de mí misma. ¿Por qué no puedo volver a una mañana tranquila de sol escuchando Norwegian Wood? ¿Por qué me estoy autocastigando al forzarme a escribir sobre el amor, sobre mi mamá disfuncional, sobre mis traumas de haber tenido una adolescencia precaria?

¿Por qué tengo que socavar sobre mis decisiones, sobre mis dolores?
Soy detective y encubridora al mismo tiempo.
Me inmiscuyo en mis propias sombras, revuelvo entre los papeles de mi memoria, uno puntos, relaciono situaciones, hago hipótesis.
¿Dónde estuviste un sábado cualquiera de junio de 2015? ¿Por qué volviste tan tarde a casa?

Al mismo tiempo trato de borrar mi propio rastro, de ser más sigilosa. Procuro no dejar migajas que conduzcan a alguna conclusión. Intento fingir que hay una normalidad, mientras sé que otra parte de mí no se va a detener nunca hasta desnudar incluso la última de mis verdades.

¿Tan importante me creo? ¿Quién mierda es Esperanza Garay Ucha?
No mucho más que un fantasma, no mucho menos que el ego de creer que todo el padecimiento del mundo le cae encima.

Tengo que superar el duelo y el destrozo.
Tengo que poder escribir algo que no suscite tragedia.
¿Por qué no puedo hacerlo? Cuando tenia 8 años, tuve un caballo.

"...y así después de muchos nombres que formó, borró y quitó, añadió, deshizo y tornó a hacer en su memoria e imaginación, al fin le vino a llamar Rocinante, nombre a su parecer alto, sonoro y significativo de lo que había sido cuando fue 'rocín, antes' de lo que ahora era..."