Me encierro en una pequeña burbuja que me aleja de mi entorno;
solo somos mi cabeza y yo, y alguna cosa que pueda llegar a llamar mi atención,
pero te prometo que atenta nunca estoy.
Un curioso día, caminando como normalmente voy a cualquier lugar,
algo me obligaba a alzar la vista, y eso que estaba procurando no
pisar ninguna línea en el suelo al pasar.
Así que mi mirada levanté y los ojos más hermosos encontré.
Mi burbuja reventó, y solo pensé que era hermoso ese café
que contrastaba con tu precioso tono de piel.
Y sí, me enamoré.
Pero eso no podía ser todo, porque sonreíste, y sustituí mi fe;
hablaste, y a ti recé. Ahí estaba dispuesta a ser devota,
acompañada del deseo de llamarte mío.
Con estas manos palparía mis costillas hasta sentir el hueco,
para desgarrar la carne que protege mi corazón;
sentiría los huesos tronar y empujaría mis dedos
hasta arrancar ese órgano que palpita tu nombre y el color de tus ojos.
Aun en vida, escurriendo, lo tomaría con ambas manos,
ofreciéndotelo a ti, con estas manos —torpes, humanas, devotas—
que se entregan a ti.
Y aunque jamás me mires, aunque no notes la sangre como
declaración de amor, o no escuches los gritos de dolor,
solo por llamarte mío, seguiré erigiendo un altar
en mi pecho vacío, mi sangre como plegaria y, de ofrenda,
mi alma

Denisse Lopez
Hola, espero puedan conectar con lo escribo, estoy aprendiendo. pero me da mucho gusto tenerte aqui
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