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REY DE COPAS

Nov 21, 2025

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REY DE COPAS
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El Rey de Copas es un caso particular.

No gobierna tierras ni leyes, sino emociones contenidas.

Fue observado primero en sombra, dominado por su propio mar, incapaz de distinguir el deseo de la fuga.

Su silencio lo volvía inaccesible, y en esa introspección crecía su poder.

En su estado actual se describe como un "equilibrio inestable" (siente demasiado pero ya no se ahoga).

Espejo de cualquiera que lo mire. Encarna tanto al que escribe como al que lee.

No está completo, siempre le falta su reflejo.

La teoría más fuerte sostiene que fue dividido en dos, para provocar el retorno inevitable al punto inicial: el origen.

El Alfa.

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El Rey de Copas caminaba bajo el sol como si nada importara. Su paso era lento, distraído, casi indiferente. Podía parecer ajeno al mundo, pero en su interior llevaba una grieta: una imagen absurda que no podia borrar; una mujer que nunca había visto y sin embargo lo perseguía.

En las calles, todo seguía igual: el ruido de la gente, el correr del agua, las voces que no decían nada. Él parecía frío, como un extranjero en su propia vida, y aún así, cada día era atravesado por un recuerdo que aún no existía. Extrañaba lo que todavía no había vivido, deseaba un primer encuentro que nunca llegaba.

Para él la ausencia era más pesada que cualquier recuerdo. La insoportable levedad de lo no sucedido se transformaba en piedra y lo hundia. ¿Cómo se podía desear un instante que todavía no había ocurrido? ¿Cómo se podía llorar por unos ojos que nunca lo miraron?

El Rey de Copas temía confesarlo. Sabía que ese deseo era un delito contra el orden del mundo. No debía pensarlo, menos aún escribirlo. Y sin embargo, de noche, en cuadernos manchados de café, lo registraba como un crimen secreto. La primera vez creyó que era algún residuo de un sueño, un rostro inventado, un significante en donde recaía su deseo y proyección. Pero volvía una y otra vez. Sus ojos lo seguían incluso al despertar.

Veía el tiempo como un espejo roto. En cada fragmento aparecía esa mujer, distinta y siempre igual. En un reflejo la veía llegar demasiado pronto; en otro, demasiado tarde. En ninguno coincidían completos. El destino parecía un desfase que ningún reloj podía corregir.

Se sabía vigilado por sí mismo, prisionero de sus dudas. Y cuando la soledad lo acorralaba, se le escapaba una certeza, que habían sido uno, dividido en dos, arrojados al mundo para reencontrarse en el Alfa, en el principio donde la separación era apenas un espejismo.

La ciencia podía etiquetar estrellas, pesar lágrimas, clasificar planetas. Podía reducir todo a fórmulas y nombres. Pero no le podía explicar por qué esa ausencia le dolía más que cualquier herida visible.

Por eso, cuando ya no pudo más, lo escribió. No como confesión. Tampoco como poesía. Sino como el boleto secreto hacia un lugar que ya estaba escrito para ellos, aun cuando todavía no habían llegado.

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{ Extraño verte.

Extraño verte por primera vez.

Nuestros ojos se reconocerán, nerviosos y profundos.

Extraño hacerte reír.

Se me caerán las palabras de los bolsillos. Tartamudo y torpe, indudablemente te haré reír.

Extraño rozarte por casualidad.

Inventaré alguna excusa para tocarte el hombro o el brazo, pedirte permiso o acomodarte la ropa.

Extraño nuestras charlas profundas.

Cuando entremos en confianza y nos sintamos seguros, hablaremos del cosmos, del espíritu, de música y filosofía, y nos escucharemos con atención, sin juzgarnos.

Extraño nuestra despedida.

Infantilmente te abrazaré. Sabrás que soy de tocar, que mi piel habla por sí misma. Que esa seguridad y desparpajo natural en mí, serán muestra de que no me conformaré con sólo mirarte a los ojos, hacerte reír, rozarte o escucharte con atención.

Extraño mi vida, contigo.

La chispa que se encenderá para siempre, que será luz en mis noches de oscuridad. La voz que me hará viajar a la luna y volveré cansado pero con fuerzas para seguir. La sonrisa que será pensamiento permanente cuando alguien me hable y disocie y me pregunten dónde estoy, yo diré que en "ningún lado", pero bien sabes que estaré ahí, al filo de esa boca grande que me ofrecerá un boleto de ida y lo aceptaré sin dudarlo, aunque sepa que no hay retorno.

Extraño tenerte, rendida a mis pies.

Me vengaré por cada día, cada noche en que no te tuve, no te tengo ni te tendré. Y pedirás piedad, y me reiré, y con retorcida ternura te la daré y te la quitaré. Y ahí te haré saber que te extrañé, cuando algún día, finalmente, te vuelva a tener. }

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Lo cerró sin firma, sin fecha.

Como si ese cuaderno no le perteneciera, como si hubiera sido escrito por otro hombre, en otro tiempo.

Y quizás era cierto, porque el Rey de Copas nunca estuvo seguro de si estaba soñando un futuro, recordando un pasado o simplemente describiendo lo úníco que lo mantenía vivo.

Melina Marcos

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