Una mujer recorre el campo acompañada por sus dos perritxs.
Nos cuenta que el más grande está triste, hace un año murió Rubén.
Durante toda la estancia, Rubén va a aparecer paulatina ,total o parcialmente en cada diálogo posible y durante muchos pasos.
Ciro, el perro, extraña a su humano, pero son esas palabras las que dejan entrever una proyección melancólica de su humana.
Compraron hace veinte años ese campo para envejecer juntos.
Rubén está en todos lados ,sobre todo en el corazón de quién fuera su esposa por más de medio siglo.
En el campo hay un molle, en el molle un banquito ,un banquito hecho con la prolijidad intacta con la que seguro se manejaba Rubén.
Al lado del banco de durmientes una disimulada apacheta se eleva al pie del árbol, es entonces que Norma nos confiesa, lo que seguramente le habrá llevado mucho tiempo pronunciar, ahí abajo entre las piedras de su monte sagrado y bajo la sombra de un gran molle ,yacen las cenizas de Rubén.
Puedo presumir que se sientan juntos muchas tardes, que hablan largas o cortas horas, que todavía se toman la mano y todavía sobreviven el uno al otro.
No puedo imaginar paisaje más amoroso, que el afecto que sortea a la muerte.
Resistir para Norma seguramente sea residir.
Sobre la mirada estética de las cosas - Resistir de Residir
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