Me comprometo con todas las consecuencias,
abandonar la comodidad,
el confort,
aceptar la pérdida,
el dilema de todos los mortales,
resucitar los domingos
siempre ha sido una mentira.
El malestar,
el sol en el pecho,
no termina,
no te deja,
no respira,
hasta que hayas aprendido…
Sentirse la peor persona del mundo,
incluso menos que aquellos
que han construido calamidades en esta tierra,
que han dividido países,
que han sentenciado a tantas ausencias.
Sin embargo, este dolor de cabeza,
inaguantable,
me perfora la sinapsis,
un té, tibio,
un analgésico,
el desierto en mi garganta,
todas las culpas me señalan,
la secuencia de una película en partes,
no recuerdo exactamente
si fui ángel o fui demonio...
todo aquello me convierte en alguien que no soy.
La metáfora en mi cerebro,
el principio de la verdad,
el eslabón necesario
de toda esta cadena,
la literatura, tu rostro,
el ritual,
el encanto de la noche,
la sabiduría poco saludable,
un mundo en mi contra,
no duermo hace tanto,
ya no tengo a quién acusar
del acopio de mis defectos.
No sé fingir desinterés,
la lección de ayer,
la cuenta pendiente,
el saldo acumulado,
la sutura, la grieta,
no termina,
no te deja,
no respira,
hasta que hayas aprendido.
No asimilo la derrota,
no me sale decir basta,
el pesimismo es un huésped
que nunca aprende a marcharse,
se camufla en la rutina,
convivo con la armonía
de la destrucción interna.
Al final, se vuelve parte
de lo que somos,
no solo de lo que fuimos.
Conquistar poesía hasta en un domingo de tremenda resaca.
(01/09/2024)
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