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    Réquiem para I.Sat

    Mar 6, 2024

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    Réquiem para I.Sat
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    Es posible que rasgos que no particularmente valoro en mí mismo, como el esnobismo y la pretensión, encuentren parte de su origen en I.Sat, el canal que nos abandona en este tumultuoso principio de año. Pero seré compasivo con mis influencias: también fue el medio que abrió mi cabeza a otras maneras de ver (y entender) cine y televisión. Y me permito, a riesgo de ser pedante, un personalismo que creo tiene lugar cuando se habla de lugares familiares, de influencias, de islas mentales si lo pensamos a lo Inside Out, especialmente cuando se trata de una despedida. I.Sat no fue lo mismo para todos sus públicos, además. Sí sostuvo, cuando la encontró un par de años después de su creación en 1993, la misma bandera: el cine independiente, las series de culto, la animación para adultos, el cine argentino; todo filtrado por un espíritu outsider, siempre planteando una extrañeza y una actitud muchas veces punk (en términos políticos, si no estéticos).

    En I.Sat descubrí Portlandia, una serie de comedia tan emblemática y fundamental como desmerecida. Dos freaks maravillosos (Carrie Brownstein y Fred Armisen) siendo absurdos, haters, meta, jugando despreocupadamente con los roles de género, en sketches que sabían exactamente hacia dónde apuntar, de qué -y quiénes- reírse y en qué momento. Una serie de nicho que era tan graciosa, concreta y astuta precisamente porque atacaba a esos nichos a los que pertenecía, en una época aún no sumida en la cultura de la cancelación. Sketches sobre fundamentalistas de andar en bicicleta, baristas hipsters, libreras feministas y cameos recurrentes geniales como Kyle MacLachlan haciendo de alcalde. Si bien la bajada de línea estaba bastante clara muchas veces, por momentos quedaba en segundo plano, borroneada, desestabilizada por el humor absurdo y lo rebuscado de algunas situaciones planteadas. Ante todo estaba la necesidad de que lo que estén haciendo sea gracioso, y así debería ser siempre (si se trata de comedia, claro). Quizás la serie fue perdiendo su chispa hacia el final, pero sus mejores momentos fueron peak comedy.

    La animación de Don Hertzfeldt, tan emotiva como inquietante. La hermosa Tangerine de Sean Baker, hecha con un iphone. El cine de Marco Berger y el de Xavier Dolan. Sofía Coppola: Las Vírgenes Suicidas, pero también Somewhere. Muchas coming of age, otro motivo recurrente del canal. Pienso en Tilva Ros, una película serbia sobre adolescentes skaters tristes, callados y sobre todo aburridos, en un ambiente desolador. O en Kid-Thing, una rarísima sobre una niña solitaria y salvaje que hipnotiza gallinas por diversión. Las indie-normie con corazón, como The Art of Getting By o It’s Kind Of a Funny Story (ambas con Emma Roberts ocupando el rol de la manic pixie dream girl en su versión más lavada posible pero encantadora de todos modos). Bueno, claro que Blue Valentine. Al menos en “mi” época de I.Sat era la estrella, la película que terminabas viendo por cansancio. Tampoco era demasiado esfuerzo: la presencia de Michelle Williams en pantalla siempre es cautivante y Ryan Gosling, bueno, si alguien sabe filmarlo es Derek Cianfrance. La historia es la de una pareja muy complicada, el relato propone para contarla un modo no-lineal que constituye lo interesante de la película además del modo tan íntimo de filmar del director. La canción emblemática, You And Me de Penny and the Quarters, le da el toque, claro. 50/50 y Funny People, dos películas que plantean que el cáncer también puede ser gracioso (bueno, no tan así). La mirada cínica y despiadada de las chicas adolescentes en la maravillosa adaptación del cómic de Daniel Clowes Ghost World. En I.Sat también descubrimos Black Mirror antes de que se lo lleve Netflix y lo vuelva un producto americano más sin ideas nuevas, no olvidar. La lista podría seguir pero esto sólo es un pantallazo, un recorte particular y personal, un marco para entender un poco la propuesta tan diversa como direccionada de I.Sat, un medio sin temor a mostrar su intencionalidad, a generar rechazo, a volverse esquivo.

    En una escena de Kid-Thing (David Zellner, 2012) la protagonista está comiendo pizza de un modo extrañísimo: empezando por el borde de masa y dejando la mejor parte, la parte del queso derretido, para el final. Para ella la pizza se come así. Por algún motivo esa escena “me quedó”, prácticamente lo único que recuerdo de esa película. A lo mejor me gustó la idea de encontrar un modo diferente de hacer algo cotidiano, un secreto raro que podría tener más lógica que lo considerado normal. Creo que ese fue un poco el rol que ocupó I.Sat: demostrar que habían otras formas, no sólo otras historias sino otro modo de contarlas. Que frente a la narración clásica, la transparencia narrativa, existía también la posibilidad de desviarse, de narrar con confusión, con pausa, con inseguridad, con alienación. Que los protagonistas podían ser raros, queers, estar ofuscados y no saber del todo por qué. Ojalá las nuevas generaciones tengan un I.Sat (tome la forma que tome) que les enseñe un poco a desviarse del camino, a asumir la disidencia, a ver de otra forma.

    Santiago Vidal

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