Rencores

Hay algo que se queda, como una piedra en el zapato, que no duele siempre, pero cuando lo hace, clava hasta el hueso.

Eras tú, la persona que más cerca estuvo, la que conocía los rincones de mi silencio, la que sabía dónde apretar para que todo doliera un poco menos.

Pero fuiste tú también la que convirtió la confianza en un arma, la que usó mis palabras en mi contra, la que dejó caer el veneno gota a gota, hasta que ya no pude tragar más.

Ahora te miro desde lejos, y no siento nostalgia, solo el peso de lo que no dije, de lo que guardé por no romper lo que ya estaba roto.

El rencor no es fuego, no quema de golpe.

Es humo, se cuela por las grietas, llena los pulmones, y hace que cada respiro sepa a veneno viejo.

No te odio, eso sería darle demasiado poder.

Solo te llevo aquí, en un rincón que ya no duele, pero que nunca sanará del todo.

Y tal vez eso sea lo peor: que ni siquiera el rencor es suficiente para borrar lo que un día fuimos.