Un paisaje nublado, recorriendo, atravesando mi piel, se extiende por todo mi cuerpo; se siente el frío, buscando el sol, el calor.
Y lo encuentro finalmente, en unas flores, en un cielo; solo debía enfocarme más en lo que estaba a mi alrededor, conforme con el camino difícil que he recorrido para llegar hasta aquí. Esa niña de 7 años no lo creería. ¿Finalmente somos felices? No lo sé, pero sé que estoy cerca de eso. Madurar antes de tiempo sirvió de algo: tener más conciencia de mi interior y exterior, llegando a crear mi propia filosofía, mi propia forma de ver la vida. O más que nada, creando la vida que quiero vivir. Solo ser yo es suficiente para estar bien conmigo misma, y ahora ya no hay un paisaje nublado, solo un atardecer que se renueva cada día.
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