En la escritura veo esperanza:
la acción de hacer,
de hacer posible
aquello que aún no es.
Un puente entre lo oscuro y el sol,
el camino hacia la plenitud
del ser,
del yo,
y de mis otros.
Puedo volver a brillar
sólo encendiendo mis dedos
y escribiendo palabras.
Crear mis pensamientos
y tocarlos.
Hoy llegué hasta acá,
hundiéndome en esta caverna
sin encontrar la salida.
Pero ella me habló,
a través del aire amarillo,
venido del polvo de estrellas
que la rodeaba.
Esa estrella fugaz
que una vez cayó en mi tierra
es ahora el nacimiento
de algo superior:
lo que brota desde dentro.
Si la aprieto contra mi pecho,
mi corazón vuelve a arder.
Hoy ya no soy
aquella que solía ser,
pero tampoco sé cuál es mi camino.
La esperanza, las palabras,
y este discurso que voy escribiendo
me permiten ser otra,
alguien distinta,
capaz de activar algo más grande.
Lo que fui ya no existe.
Pero este yo —el de ahora—
está acá.
Y sigue siendo real.
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