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Relatos extraños II: En el bosque

Aug 15, 2025

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Relatos extraños II: En el bosque
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No estoy loco, para nada; no tengo el suficiente valor para desprenderme de la cordura.

Fue en una mañana de viernes. Transcurría un invierno tenue. Aquel día me recibió con un cielo despejado, confortable a la vista. Recuerdo que emprendí el viaje solitario por el pueblo, pero antes, me despojé de mis deberes de joven: me bastó un falso dolor de cabeza para mi propósito. Siempre, a lo lejos, la imagen de mi querida abuela. Mi deber era encontrarla, que no me haya despertado con el desayuno preparado, era extraño. Para llegar al pueblo debía atravesar el bosque. No era ningún problema para mí.

Salté la parra que dividía el vecindario del extraño bosque. Allí anidaban leyendas de las más oscuras: era territorio de ruidos extraños, voces irreconocibles, gritos desgarradores y sombras siniestras. Desapariciones y apariciones eran frecuentes en aquel lugar. La mayoría de apariciones eran cuerpos sin vida. Pero también era territorio de encanto, de animales y de árboles frondosos. Debo confesar que aquel bosque poseía un encanto particular para mí. Su belleza única me permitía desplazarse por él sin temor. Podría afirmar que lo conocía a la perfección pese a mi corta edad; por lo menos eso creía hasta ese momento.

A lo largo de aquella mañana me topé con algunas anomalías, el verde del bosque no era el mismo, los insectos se comportan algo extraño y los árboles hacían un crujido muy particular. Nada de eso me llamó lo suficiente la atención como aquella risa, nítida, estridente, casi chillona; parecía de una joven. La seguí.

Al cabo de un rato de caminar persiguiendo aquel sonido, paré, alcé la vista y me quedé asombrado.  Frente a mí se erigía un edificio monstruoso, muy particular, de dimensiones colosales. Tenía la apariencia de una iglesia: puertas gigantes y macizas, dimensiones extensas a lo largo y a lo ancho, bancos en hileras a los costados que marcaban un camino central y, en el fondo de todo, una piedra de mármol que simula un altar. En la entrada encontré una llave justo debajo de mis pies; sin embargo, la puerta estaba completamente abierta. Tampoco parecía ser la llave para esa puerta: no era una llave ni tan grande ni tan antigua. 

Me adentré unos pasos. A primera vista parecía estar vacío; no se escuchaba ningún sonido más que el de mis pasos torpes por el pasillo central. El olor a humedad de madera que desprendían los bancos me recordaban a la capilla del pueblo, pero esto era diferente. No había figuras en las paredes, ni colores, ni vidrios, ni ventanas que dejen entrar el sol:  solo el gris concreto. Ahí no estaba Dios. La risa había desaparecido.  

En la primera fila, hacia el lado derecho, distinguí una figura. Me quedé quieto de inmediato: parecía una persona. Se giró hacia mí, se incorporó y caminó lentamente hacia donde estaba. Avanzó unos pasos por el pasillo central y finalmente se detuvo… no dijo nada por un tiempo; solo me miraba. Era un hombre grande, cara arrugada, mirada perdida, las manos huesudas y una apariencia espectral, parecía afantasmado, como si no formara parte de este mundo. Estaba seguro que esa no era la fuente de aquella risa que me trajo hasta ese edificio. No parecía tener fuerzas ni para fingir una risa. 

Finalmente me dijo:

— No te pierdas en el silencio, no merezcas el olvido.

Pude ver como una gota caía por su mejilla… o por lo menos eso me pareció; no parecía ser capaz de juntar la suficiente agua para una lágrima. Me pidió que extienda la mano, y dejó en la palma de mi mano una flor. Me tocó la cabeza y se fue cantando una canción muy pegadiza, imposible de olvidar; hasta el día de hoy la repaso en mi mente, recuerdo cada nota. Volví sobre mis pasos: no me atreví a explorar ese edificio. El miedo me invadió por completo, me temblaron las piernas y el llanto me acompañó hasta mi casa, allí estaba mi abuela, descansé en sus brazos. 

Al cabo de unos días, se rumoreaba por el pueblo que habían encontrado un cuerpo sin vida, con características similares a aquella persona. Escuché decir a una señora que los investigadores estaban seguros de que aquel hombre llevaba muerto más de una semana, por lo menos. ¡Imposible! No habían pasado ni dos días de nuestro encuentro. Contar lo sucedido, junto con otros eventos futuros en los cuales no quiero adentrarme, me valieron una temprana fama de loco. La gente del pueblo se reía de mí. 

  

Cada tanto aparece aquel recuerdo. Poco a poco fue volviéndose borroso; llegué a dudar de su existencia en este plano.  Parecía parte de un sueño frecuente, molesto, pero un sueño al fin. Hasta esta mañana. Juro que fue como haberlo revivido: cada detalle, cada palabra, cada sentimiento se hicieron carne. Sentí nuevamente aquel escalofrío al notar la figura de aquel hombre; sentí el temor que me dieron sus palabras, pero también sentí la sinceridad que percibí en aquel momento al escucharlas. “No te pierdas en el silencio”. Desde aquel día que no regresaba al bosque ni al edificio abandonado; lo tenía prohibido por mi psicólogo. Todos decían que aquella construcción no existía. Según los especialistas, habría sufrido algún evento traumático en ese bosque y esa era la fuente de todos mis males. ¡Mienten! ¡Yo sé que mienten! Aun así, les hice caso. 

Por eso me mudé a esta ciudad, me quería alejar todo lo posible de aquello. Me fui de casa hace ya casi cuarenta años; hay cosas que es mejor dejarlas en el pasado. 

Toda mi vida la había dedicado al cuidado de los cerdos. Mi principal tarea era darles de comer. No me disgustaba que critiquen mi comida; es parte de su naturaleza. Lo que no toleré, de ninguna manera, fue que hagan comentarios sobre mi olor. Me pareció demasiado. Tiré mi uniforme al barro y abandoné aquel lugar. Ahora me dirijo al bosque. 

 

No me son ajenas las historias de hadas; estoy convencido de que esta es una de ellas. Dejaré enterrado en la entrada un recuerdo para que puedan ubicarlo y que nadie se pierda. Lo haré con la vieja técnica que nos enseñaron nuestras abuelas: el índice y el pulgar en la sien para agarrar el pensamiento; una vez agarrado, aplicamos fuerza y un movimiento rápido, como si extrajéramos una garrapata. La llave me servirá como recipiente. Espero no perderme en el silencio; espero no merecer el olvido. Con la flor que me había dado aquel hombre en la mano y aquella melodía pegadiza en los labios, me adentraré en el bosque en búsqueda de aquel edificio. Todo parece diferente, está cambiando… pero yo sé… sé que estoy en mi bosque. 

Ya puedo escuchar nuevamente aquella risa. 


POLICÍA DE LA PROVINCIA - DIVISIÓN INVESTIGACIONES    


INFORME PRELIMINAR  


Nº de Actuación 2457/25

Fecha: 12/08/25

Lugar de hallazgo: Sector boscosa sin denominación, ubicado a aproximadamente 3 km del paraje más cercano, coordenadas georreferenciadas mediante GPS.

Hecho: Hallazgo de persona fallecida

Descripción inicial

En el día de la fecha, personal de la comisaría local se encontraba realizando trabajos de rastrillaje de rutina en un área boscosa poco transitada, detectando anomalía fétida en la zona. Al arribar se constató la presencia de un masculino aproximadamente de 80 años de edad, sin identificación, ubicación decúbito dorsal, con signo de avanzado estado de descomposición. 

La data de muerte estimada es no menor a siete (7) días. No se observaron, a simple vista, lesiones externas compatibles con violencia física. Como hipótesis preliminar, se presume una posible falla cardíaca, a confirmar mediante autopsia médico-legal.

Elementos incautados:

Una (1) nota manuscrita, hallada en el bolsillo izquierdo del pantalón del occiso.Texto preservado bajo cadena de custodia, remitido al gabinete pericial para análisis.  

Declaraciones:

Un menor de edad (varón, 9 años), residente en las proximidades del área boscosa, manifestó haber visto al hombre “hace dos o tres días” deambulando entre los árboles. Dicha afirmación resulta contradictoria con el estado cadavérico observado, motivo por el cual se solicitó la intervención del equipo de psicología forense para evaluar la credibilidad y contexto de su testimonio. 

Medidas adoptadas:

  • Delimitación y preservación del área boscosa del hallazgo.

  • Traslado del cuerpo a la Morgue Judicial.

  • Apertura de sumario para identificación de la víctima.

  • Solicitud de pericias caligráficas y químicas sobre la nota.

  • Intervención de profesionales de salud mental para abordaje del menor declarante.

Firmado:

Sgto. Juan H. Farías

División Investigaciones – Policía de la Provincia


Esteban A. Nieva

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