Relato de una Madre Doliente
Sosteniendo tu cuerpo débil me siento fallecer y le empiezo a rezar a todos los dioses que existan que te cuiden y que duermas profundamente en los brazos de alguien mas poderoso que yo.
Sostengo tu cabecita suave y mientras tu corazón se tranquiliza te susurro un te amo muy bajito porque mi amor es solo tuyo y de nadie mas. escúchalo y quedatelo. mi amor esta todo puesto en vos y en tu naricita fria que busca contacto con la mia como cuando eras un recien nacido.
Te recuesto y para mi, en ese preciso segundo, el mundo se detiene. solo somos vos y yo contra el mundo, mi cielo. te susurro palabras de aliento y de cariño que no se si escuchas y tambien, te suplico me perdones.
vuelvo a rezar.
Yo no se rezar, hace mucho deje de creer divinidades pero esto excede a mi alma agnostica y si Dios te cuida, yo me hago religiosa de ser necesario. No me importaría dedicar el resto de mis dias a alabar a algo que no estoy segura que existe, pero por favor, cuidalo.
Siempre sentí envidia de los creyentes, porque me encantaría sentir ese cobijo que les palmea las espaldas amorosamente y les hace creer que todo estará bien. Quizas debí ir mas seguido a misa o ser mejor persona. no quiero que por mi culpa vos sufras.
Te beso por ultima vez la frente y te sacan de mis manos como si fueras suyo, como si les pertenecieras a ellos que te conocen hace cinco minutos, que no saben tus miedos irracionales o lo que te hace feliz.
Me quedo parada frente a la puerta cerrada, con el cartel que dice que nadie que no sea personal autorizado puede ingresar y la idea de que capaz sea la ultima vez que te vea empieza a surgir en mi cabeza. La angustia me invade, la tristeza comienza a subir por mi esofago, el miedo de no verte nunca mas me saca el aire de un golpe seco y solo puedo pensar que si vos no estas, el mundo sería un lugar aún mas horrible.
Los minutos pasan, la gente me mira como si nunca hubieran visto a alguien amar y de pronto un llamado depierta de mi estado inconsciente, escucho a lo lejos que todo salio bien y me vuelve el alma al cuerpo.
La sangre nuevamente corre por mis venas, el color me llena la cara y cuando te tengo en mi brazos el tiempo comienza a correr nuevamente. Solo somos vos y yo contra el mundo, hijo. Mis brazos son tu cobijo y mi corazon es tu casa. Acabo de recordar por qué no creo en dioses que no veo, porque en mi mundo, mis alabanzas son todas para vos.
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