Con cada pisada que daba la ciudad se volvía un poco gris. Los arboles perdían sus hojas. Los perros bajaban las orejas. Los gatos se mantenían despiertos. El sol no salía hasta el medio día.
La gente no me hablaba aún si era amable. La gente no me veía aún si era visible.
La tierra dió una vuelta y yo seguía en el mismo lugar.
Mi cerebro no retenía información. No tenía noción del tiempo. La cama se amoldaba cada día más a mis huesos. Si los ángeles me flechaban yo perdía el corazón.
Ya no me importaba nada. Si vivir me llamaba, yo no iba. Si el fuego tocaba mi puerta, yo abría. Si la tormenta se aproximaba, yo salía a dar una vuelta.
"Disculpa la molestía, pero podrías por favor, ¿darme un poco de amor?"
Y no había respuesta.
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