Reinvención de las modalidades de trabajo y su impacto en los animales de compañía.

Hoy es 1 de mayo y celebramos mundialmente el día del trabajador. Este día me remontó a la época de pandemia donde nos vimos obligados a pemanecer en casa y cambiar de manera rotunda muchos de nuestros hábitos y rutinas. Y con ello, nuestros animales también se vieron afectados a estas modificaciones.

Muchas empresas y lugares de trabajo cerraron sus oficinas tradicionales y fueron trasladadas al sofá del living o a la mesa del comedor de casa. El trabajo y el gimnasio compartieron sede en el hogar y los contactos humanos se limitaron a través de una pantalla de teléfono o notebook. Para una especia social, como es el ser humano, estar 24/7 encerrado dentro de las mismas cuatro paredes, teniendo contacto todos los días con las mismas personas, o solo con uno mismo, resultó un desafío para gran parte de la humanidad.

En el 2020, los que no tenían un animal de compañia, ante la vertiginosa sensación de soledad, se vieron atraídos por la idea de adoptar un gato o perro. Se presume estadísticamente que ese año rompió record en adopciones de animales.

Unos pocos años después, estos cachorros y gatitos adoptados durante este periodo serían bautizados como los "perritos y gatitos de pandemia". Animalitos que se desarrollaron en confinamiento durante una etapa critica de sus vidas, donde la socialización con otras personas, otros animales de su misma o diferente especie, habituación a ruidos y situaciones externas resulta fundamental para su óptimo desarrollo social, físico y mental.

Las consecuencias de esta falta de acostumbramiento aparecerían años después cuando se levantaran las medidas de aislamiento obligatorio: ansiedad por separación y agresividad a personas extrañas u otros animales, son algunos de los efectos secundarios que dejó el confinamiento.

Por otro lado, aquellos que ya contaban con la compañia de un animal durante este periodo se vieron afectados de otras maneras. En el caso de los gatos, algunos habituados a vivir en soledad porque sus tutores se encontraban practicamente todo el día fuera de casa por trabajo u otras actividades, de un día para el otro descubrieron que los humanos se quedaron en casa y no se fueron más. Los humanos comenzaron a ocupar espacios que eran propiedad del gato, lo cual desencadenó una serie de conflictos territoriales y problemas urinarios en la mayoría de los casos. Mientras que los perros, tal vez fueron los únicos que se alegraron por las medidas de aislamiento y la presencia más frecuente de su humano en casa. Eso significaba caricias y atenciones cuando lo solicitaban. La problemática surgió cuando, acabado el periodo de cuarentena, los perros tuvieron que desapegarse del humano, quien tuvo que retornar a la calle y a sus actividades anteriores.

Ante tantas complicaciones, la pandemia nos dejó aprendizajes y conclusiones positivas. Durante esta convivencia humano-animal, aprendimos mucho sobre el comportamiento y preferencias de la especie con la que compartíamos todos los días. Muchas personas comenzaron a entrenar el ojo y ser capaces de notar comportamientos extraños o anormalidades físicas en sus animales. Lo cual fue crucial en la detección temprana de muchos procesos de enfermedad en sus animales.

Sumado a esto, la compañía animal fue un soporte emocional muy importante durante este lapso de tiempo donde se respiraba un ambiente de incertidumbre, donde muchos sufrieron la pérdida de seres queridos o fueron afectados económicamente por las medidas gubernamentales tomadas.

La soledad se abrazó fuertemente a un peludito de cuatro patas. Tomamos consciencia de su rol en nuestras familias y de sus necesidades específicas de su especie. En muchos hogares, este evento mundial marcó un antes y un después en el vínculo con su compañero animal.

En pandemia nos reinventamos y comenzamos a trabajar desde casa. Y no lo sabíamos en ese momento, pero la relación que formamos con nuestros animales, con la sociedad y con nosotros mismos, también se reinventaría y evolucionaría.