Regresa por siempre una y otra vez.

Sé que siempre quieres asomarte a los bordes del infierno. Los hechizos en ti no surten efecto. Puedes estar con diez de ellos y veinte de ellas, pero nada cambiará: solo les mostrarás el rojo de tu mente. Siempre paseas de un lado al otro, y cada día vas más lejos. Eso es lo que te hace feliz. Sabes que siempre puedes volver, pero sé que un día lo entenderás todo… y ya no lo harás, y eso me rompe por dentro.

Siempre te vas con cigarros, marihuana, una pulsera cara y mil preguntas en la cabeza. También sé que te duele el corazón.

Ojalá encuentres lo que amas tanto que te destruya y te sientas libre. Que tu sufrimiento te enseñe que el tiempo lo arruina todo. Que todo lo bueno te destruya… menos un hombre. Mejor aún: dale un beso, míralo a los ojos y desgarra su vida, porque tus ojos ponen a los demonios de rodillas, porque solo en ese instante estarás unida a él. Después, te desvanecerás.

Sé que cuando caminas, lo haces en línea recta. Que no soportas las mentiras. Que te divierte leer la mente. Que tus ojos ponen a mis demonios de rodillas.

En realidad, todo esto lo escribo porque me duele un poquito cada vez que te vas.

Hicimos de todo, incluso quemarnos en el infierno. Te quiero tanto que podría escoger tus ojos sobre los demás.

Si algún día me buscas y ya no estoy, busca una sombra y sumérgete en ella. Mira con atención: encontrarás mis ojos… o quizás los del diablo. Pero ambos te miran con amor.

Ponte lápiz labial rojo y tu chamarra de cuero, y vuelve a salir a encontrarte otra vez.

Tienes el corazón tan grande que se te desborda por los ojos.

Regresa para siempre, una y otra vez.

Te mando siete besos, uno por cada vida.