Reflexión N°1

Dormir cada día puede ser un momento de profunda introspección. Es como si de noche cerramos los ojos para mirar hacia adentro de nuestra propia mente, iluminando la oscuridad y explorando todas las posibilidades que existen en nuestro ser. En ese instante, podemos sentirnos libres, como si estuviéramos volando en un espacio lleno de sueños y esperanzas.

Pero ¿qué es la realidad sino un sueño coherente? ¿Qué es lo que hace que la realidad sea real? La respuesta es compleja y probablemente diferente para cada uno de nosotros, pero podemos afirmar que la realidad es una creación de nuestra mente, una interpretación de los estímulos que recibimos a través de nuestros sentidos. Y en esa creación, los momentos malos se convierten en pesadillas que nos hacen sufrir, mientras que los momentos buenos son la punta de una fantasía que nos hace sentir felices y plenos.

Sin embargo, hay algo que nos espera más allá de nuestra propia creación: la muerte. Para muchos, la muerte es un misterio, un tema tabú del que se habla en susurros y con temor. Pero para otros, la muerte es el despertar de nuestro ser, un nuevo comienzo lleno de luz y de paz. Es el momento en que dejamos atrás todo lo que nos ata a la realidad y nos adentramos en un espacio desconocido, donde todas las preguntas encuentran respuesta.

Entonces, ¿cómo podemos vivir nuestra vida teniendo en cuenta todo esto? Quizás la respuesta esté en aprovechar cada momento, saboreando cada experiencia y aprendiendo de cada tropiezo. Quizás se trata de vivir el presente en toda su plenitud, sin temor al futuro ni pesar por el pasado. Porque al final, lo que importa es vivir la vida como si fuera el último día, disfrutando de cada instante y dejando una huella positiva en el mundo.