la claridez de la risa que flota en el tiempo
de esta tarde cálida de febrero
arrasa la exactitud de las cosas
atrae el escalar espontáneo;
permite el despojo de la rigidez
desnudarse de movimientos performáticos
revelar la coreografía de la ternura
y el descubrimiento de los cuerpos;
que logran esquivar toda regla
evitan horarios
pues tan solo conviven
con un domingo por la tarde.
creo que es entonces cuando me desvisto del miedo
traspaso la inseguridad de la exposición
y logro ceder
al manto de la calidez;
cuando me siento a salvo
y las puertas no se cierran
ni se disfrazan de hierro
sino que son apertura;
es entonces donde los pasos pueden ser tranquilos
y en el caminar las dudas
pueden enlazarse
con las de alguien más;
o acaso cobrar más sentido
o acaso perderlo por completo en el sendero
o acaso darse cuenta que no importa demasiado
acá, en el encuentro.
porque no todo debe ser comprendido
elucubrado en extremo
puede ser enredado y desenredado
en la presencia de los demás.
recurro al reencuentro
porque allí lo que fue
lo que es
y lo que será
se amalgama al ritmo del latido
de nuestros simples
y jóvenes
corazones.
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