Hacía tanto tiempo que no me permitía recordar, que había olvidado cómo se veía este lugar —nuestro lugar— antes de ser engullido por el olvido.
El paso del tiempo, ese que siempre se anuncia con la promesa de que todo estará bien, no hizo su trabajo; y lo que alguna vez fue un sueño, un refugio que pensábamos eterno, se sumió en ruinas.
Ruinas donde alguna vez nacieron promesas, risas y los deseos más profundos que solo dos amantes pueden conocer en el silencio de una noche.
Si te soy sincera, no pensaba en volver. Nunca pensé que lo haría. No después de lo que hice.Sin embargo, aquí estoy, una vez más, vagando por estos pasillos desolados, cubiertos totalmente de polvo y de aquel olor a humedad que tanto tratábamos de ocultar con los perfumes que solíamos comprar en los bazares de Once; o de ese piso viejo que todavía sigue crujiendo bajo mi peso, trayendo a mi memoria aquellos pochoclos que hacíamos en la vieja olla Essen que te había heredado tu abuela Nora.
Aun en esos pequeños detalles te siento, te recuerdo y te extraño, Isabela.
Tu recuerdo aún me duele, y la culpa quiere carcomer mi alma, pero mis decisiones no tienen retroceso. Y tu muerte era necesaria para que yo pudiera estar bien.
Lo sé porque él me lo dijo.
Por ello, todo pensamiento de lo que hubiera sido se esfuma hacia el bullicio de la calle. Así, de esta manera, con el dolor de lo que ya no es, transcurrió la tarde recordando, junto al silencio de un cuarto vacío, lo que dejamos atrás… en la espera de que él decida llamarme una vez más.
Hasta entonces, me quedo aquí, recordando lo perdido.
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