Si tuviera que escribir una carta cada vez que me sentí de esta manera que ya resulta tan familiar, estas formarían un bulto de cosas que nunca se dijeron.
Seguro conocés esa sensación de tragarse las palabras, las lágrimas, la bronca, la ira. La injusticia. Sal en heridas infectadas, sal en heridas abiertas, vueltas a herir cada vez que quieren sanar.
Hay muchas filas en la vida, filas e hileras. Y hay gente que nace con cierta estrella, ese brillo que los hace especiales, los afortunados, ellos eligen a los actores y actrices de reparto, de lo que van a ser sus vidas de ensueño. Yo nunca brillé, ni un poco, siempre fui un foco quemado. Y si alguna vez brillé, o titilé mínimamente, fue para iluminar a las rosas de mi alrededor. Esos minutos de atención por parte de altas nubes, eran como tocar el cielo. Era como orbitar la existencia de alguien feliz. Si alguien me habla, es porque existo, no soy una simple y mala creación de un universo ocupado. Pero la atención, se va y deja el vacío de mil galaxias que desaparecen en un chasquido, y yo solo fui un mediador.
Como olvidar la inocencia de mis primeros milenios. "Querida Venus... quizá, si sonreís un poco más, si usas palabras menos complicadas, si comes menos, pero mucho menos, hasta que solo ocupes el espacio de tu núcleo". Porque, seamos sinceros, la gente se estremece cada vez que mostras un poco de piel, o lo haría si la tuvieras, técnicamente estás formada de magma solidificado. Y te lo repetís en silencio, nadie te va a ver cómo querés que te vean, ni aunque pintes cuadros que plasman mil emociones.
Si recordás lo ingenua que fuiste cuando le confiaste consejos a Saturno, él solo quería acercarse a Mercurio. Y cuando susurraste el dolor más grande, él solo se dió la vuelta, claro, Saturno no tiene espalda. Ay, querida Venus, escribiste varios libros que guiaban órbitas a tus amigas estrellas, siempre más brillantes, siempre más bellas, y al tocar su luz, absorbías su pena, como el árbol de la palabra de aquel cuento que leíste cuando tenías 600 años. Amás mucho a las estrellas, ¿No? Diste milenios de tu vida solo para verlas brillar. Y las eligieron, a todas y a cada una de ellas, como princesas con vestidos de hilos de seiscientos diamantes. En destiempos están viviendo su media vida. Y sonreís por eso, la primera sonrisa de las únicas diez.
Pero te alejaste de las órbitas y tus lágrimas son más saladas que nunca, tus gritos de dolor se ahogan en el vacío inmenso de aquel hermoso universo, si alguien lo escuchara, rompería el corazón de mil bardos enamorados. Una vez alcanzaste un cometa, y rodeó tu cuello firmemente, el aire se iba, y tus ojos se cerraban, (así es, amigos, es una metáfora, en el espacio no hay oxigeno)
Pero la vida de Venus se termina, así como lo anheló durante siglos. Pero ya conocen a Venus, no es la mitad de nada, y nunca va a ser un todo, y la fuerza del cometa nunca fue la suficiente.
Ojalá, ojalá, ojalá ser la elegida de alguien. Desearía que los ojos de aquel planeta nuevo brillen al verme.
Ojalá inspirar pasiones, canciones, ira, euforia y poemas. Ojalá me amaran, como yo, Venus, amé a mil almas.
Y es que en la Vía Láctea las cosas están difíciles, y aunque despertemos con el atisbo de una sonrisa casi inexistente, siempre hacemos algo mal, y el orden del Cosmos se altera por nuestra culpa, no podemos gritar, el miedo supera todo, y guiamos asteroides a nuestra existencia, que dejan huecos, que sangran agua amarga y roja.
Vivimos muchas vidas en poco tiempo, pero nunca nadie las eligió, y eso es lo triste, que sin importar por las historias que pasemos, nunca vamos a ser ideales, especiales, esenciales, brillantes.
El fin de Venus, llegó una noche fría, aunque claro, todas las noches en el espacio son heladas, vos me entendés, ¿no? Nadie notó su presencia, nadie extrañó su ausencia, solo ocupó un espacio, en el Espacio. ♀
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