Los últimos días siento llegar todo a su fin, ¿es algo bueno o malo? puede que las dos cosas. Recuerdo la primera vez que hice este recorrido, estaba asustado de subirme al tren. Hoy no es viajar lo que me asusta.
«¡Alfajores triples, blanco y negro, llevas 3 al precio de 1!», quizás deba comprarlos, por ser el último día. Lamentablemente le quedaba solo uno de chocolate negro, hace tiempo la primera vez que comí uno de chocolate blanco no me gustó ni un poco. Decidí darles otra oportunidad, ahora siento que desperdicie todos estos años en los que no los compré.
Llegamos a la primera estación, conseguí un asiento, nunca antes había ocurrido. Los músicos son la banda sonora ambulante de este capítulo de despedida. Por la ventana se observa el mismo paisaje de siempre; los mismos edificios, las mismas flores, las mismas montañas en la lejanía. Incluso reconozco varios rostros entre los pasajeros que siguen siendo unos desconocidos, es probable que desaproveché conocer muchas personas interesantes.
Es un viaje que hice cada día de la semana; con casi 40° de temperatura, abrigado de pies a cabeza o con la sensación de perderme una tarde de precioso clima otoñal. En otra ocasión, subí al tren empapado por un diluvio que comenzó apenas salí de casa, y aunque esta vez no llueve, el sentimiento de nostalgia es el mismo. También, son incontables las veces que se demoró la salida. Viajé de diversas maneras durante este recorrido, pero nunca por última vez, nunca como una despedida.
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