Cuando niña isla muchos puentes se tejieron desde un par de ojos. Una realidad de esa antigua red sobrevive. Cuando adolescente ardid la palabra fue descubrir de represas que contenían líquidos verdes marrones, brebajes desde un puerto lejano nos arrumaban. Ya éramos manada y corríamos detrás de búhos que cazaban en silencio roedores fantasmas. Nosotrxs los veíamos brillar con la incandescencia de las luciérnagas y les pediamos deseos. Luego la juventud se llevó un tesoro escondido en una concha que fue creciendo hasta que la volví a encontrar. Cuando reencuentro, la saqué, la besé, le dije que la añoraba y me bebí sus jugos.
Tantas historias y tanto presente se desbordaron de las represas. Ahora corremos para sobrevivir. Ahora el llamado es urgente y nos congregamos en las esquinas oscuras, húmedas. Las verdades que escondimos en todas las contradicciones que nos trajeron hasta hoy nos persiguen en sueños fríos. Las manadas segregaron la pluralidad, la convirtieron en una guerra de vulnerabilidades. Y el monstruo está ahí, en la cima de un poder que le dimos entre todxs.
El pacto no puede ser dejar afuera a nadie. Ni que nadie quede afuera mirando pasar la vida por no tener lo suficiente.
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Rocío Giménez Ferradás
Hola! Soy dibujante pero las palabras son un jardin en el que refugio el pensar
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