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    Razones para abandonar toda práctica que consuma o coloque en tela de juicio la serabilidad del ser

    Feb 10, 2025

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    Durante un tiempo (bastante sostenido) las únicas conversaciones serias que tuve fueron con mis dos perros y mi gato. Las únicas en las que hablaba yo, quiero decir; realmente yo. Mis demás interacciones eran obligadas, requeridas por la razón de ser un ser social que interactua, cubiertas por acumuladas corazas que entre falsas estabilidades se habían ido haciendo sobre mí y, sabiéndose llegando a oídos ajenos, lo abarcaban todo y la desnaturalidad que les es propia. Después me mudé. Dejé a mis conversantes con mi abuela, en la casa de ella, donde antes vivía. Me mudé, también de idioma. Empecé a trabajar en atención al público en otra lengua, una que no sería nunca enteramente mía. Empecé, después, a padecer de mis obligaciones en esa otra lengua también. Empecé a necesitar decir a mi sentir. Empecé a sentir la necesidad de decirlo. Ahí aprendí más de las corazas, de cómo aparecen de manera tal que parece se está viendo corazón y no coraza. Cómo tu faz isso? Preguntaban a mi sonrisa perpetua y yo sonreía más fuerte y más honestamente y más corazamente y más mentidamente (escribía lo demás en el baño, en un impás no autorizado por mis dueños, en el bolsillo una lágrima que prometía volver).

    Volví. Tuve un mes de falso sabático, ya lleno de responsabilidades desde el día antes de volver a pisar mi lengua, ya con incontables posibles proyecciones de proyectos y con los próximos años puestos en tela de planificación. Al mes, volví a trabajar, de nuevo por la presión que obliga, de nuevo a la presentación de un yo coraza que es amable y solo y permanentemente sonríe y es amable y carismático y perfecto, casi.

    Hoy, por primera vez en mes y medio, aparentemente tengo mi primer día libre. Y digo aparentemente porque tuve otros en que desperté como hoy y antes de dormir me saqué el uniforme. Hoy, en estas primeras horas de aparente libertad, compartí tiempo (poco) con mi hermano, leí, toqué el piano, miré y compartí reels con mis dos más cercanos, fumé, no tomé café de más y volví a entablar conversación abierta y no funcional con mis dos perros y mi gato. Pero no hablaba yo. Hablaba coraza. Hablaba como en chiste, como siempre, como siendo aquella sonrisa perpetua, ahora en mi casa, con mis compañías, conmigo. Y me pregunté hasta dónde puede llegar, cuánto es capaz de impregnar con las manchas de su ser el ser Coraza. Es probable este texto sea una, otra prueba de sondeo-.para ver quánto queda


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