Rayo de sol

Cómo algo de mí se quedaba en cada rayo de sol que lograba hacer entrar en cada ventana de cada casa en que viví.

Cómo irme es siempre angustiante.

Siempre liberador.

Cómo no notar en mi lo desgarrado, abandonado.

Dudar de no recordar si alguna vez sentí estar acompañada.

Solo un lugar por favor, solo uno.

Siempre volvía.

Hoy, entre la vigilia y el sueño, volví a donde hace tanto no recordaba que habité.

¿Lo sabías?

Volvía con cada persona que conocía, con cada una a la que quise.

Esa tarde que caminé todo el pueblo y volví, pedí las llaves. Entré y miré. Recorrí cada rincón derramando los vacíos por cada poro, mientras en lo inundado intentaba juntar cada pieza sin que lo noten, guardando cada lágrima esperando a estar sola.

¿Lo sabías?

Nunca te lo confesé.

Volvía con cada persona a la que conocía.

Las llevaba y recorriamos, les contaba.

Sigo ahí.

Los años pasaban y yo no pertenecía.

En nadie, en ningún lado.

Lo buscaba, no había lugar.

Me acostumbré -no fue así.

Algo en mí lo sigue buscando.

Sueño con descansar en cada uno de esos rayos de luz de otoño en cada una de esas casas.

¿Se juntaría así cada astilla?

¿Lo sabías?

Las persigo.

Mi hogar es ese simple rayo de sol.

Por suerte lo sé buscar cuando lo necesito.

Por suerte lo encuentro casi cada día.

Solo me falta el pertenecer.