La joven tenía temor de las ratas. Tan profundo era el temor que ella poseía por aquellas criaturas que por las noches no podía conciliar el sueño debido a las pesadillas que inundaban su mente. Recientemente había dado a luz a un niño sano y ya estaba embarazada de nuevo pese a su temprana edad. Pasaba horas en la noche junto al fuego del hogar. Detenida allí, contemplando la llama y estando alerta por si alguna rata entraba a la habitación. Frente a ella su bebé dormía plácidamente ajeno al pánico que invadía a su madre.
Su señor esposo había perdido el interés por ella y ya no dormía en la misma habitación si no que se había mudado a otro aposento, pero tenía la suerte de pernoctar noches enteras acompañado por diversas chicas jóvenes que él mismo las escogía.
Aquella noche diluviaba. Las gotas de lluvia golpeaban en los ventanales al caer. La joven percibió pasos que se aproximaban. La puerta de la habitación se encontraba cerrada pero igual así pudo oír.
El sonido se desvaneció al arribar a la madera gruesa de roble. La joven dirigió su mirada hacia la puerta cual se abrió súbitamente.
Una silueta enorme yacía allí reflejada por la ligera luz de la llama. Era peluda y de este sobresalían bigotes largos y gruesos.
Aquella criatura sostenía un cuchillo. La hoja del filo se destellaba en los ojos horrorizados de la joven.
Detrás de ella, de la oscuridad, emergió otra criatura que, de sorpresa, tomó a la joven por detrás apoyándole su cuchillo sobre un costado del cuello con fuerza. Ella sentía cómo el frío del metal se le clavaba y le dolía.
-Elige. Tu o el bebé -le dijo con voz grave inhumana.
La joven no podía esbozar alguna palabra por el pánico que se había apoderado de ella.
-El bebé -respondió el otro en tono burlón.
La criatura se abalanzó sobre el bebé durmiente y con el filo del cuchillo comenzó a cortarle el cuello con movimientos rudos y precisos mientras que con la otra mano le tapaba la boca para que no gritara.
La joven salió corriendo hacia la habitación de su esposo. Allí entró, e ignorando que él estaba teniendo sexo con una joven, se sentó a un costado en el suelo temblando y llorando.
-Lo han matado, lo han matado –repetía una y otra vez.
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