Quiero...

Quiero romper cosas, gritar y llorar hasta que la garganta me duela, quiero estar mal. En mi mente me imagino tirando contra los muros todo lo que hay, haciendo añicos cada hoja sobre el escritorio, rajando mi piel a arañazos y dejando que todos escuchen el caos de mi habitación, sin importar lo que salga de mi boca a gritos, sin importar que me vean llorar. 

Tengo la urgente necesidad de dormir, mi cuerpo se siente débil y enfermo, mis ojos arden y detesto la humedad que dejan las lágrimas en mis mejillas. Odio el sonido de las voces dentro de mi cabeza, el temblar de mis manos, la impotencia de mantenerme aquí quieta, estática, dura ante las emociones que me arrastran. 

Quiero reaccionar, quiero sentirme mal y que los demás lo vean. Se asusten, griten también, lloren quizá. Sientan lo que yo. Pero también dentro de toda esta contradicción, quiero ser yo estando rota y que eso no me vuelva diferente.  

Y es que quiero tanto y tan poco. Y estoy tan cansada de sentir que no puedo sentir realmente, que me enloquece.  

Se que hay algo mal aquí dentro. En la marea de mis pensamientos, en la maraña de las voces, en todos esos gritos silenciosos que solo piden que acabe con esto, que la sangre es roja por algo y que un corte más parara el dolor, que ya lo hizo antes y puede hacerlo de nuevo, que intentar no es perder, aun cuando mi vida es la que está en juego. 

Me miro al espejo y veo esas voces, en mis labios, en mi expresión y mi pelo alborotado, pero por sobre todo las veo en mis ojos cansados. En esos que me observan no hacer nada, esos que me acusan de cobarde y los mismos que me ven apagarme.  

Me miro en el espejo y me encuentro en aquel pasado, en este presente, pero no en un futuro, ese se está apagando. Se está alejando. Lo estoy perdiendo y no creo querer recuperarlo.