mobile isologo
    buscar...

    Radio poltergeist

    Matías

    Sep 3, 2024

    0
    Radio poltergeist
    Empieza a escribir gratis en quaderno

    -Buena y escabrosa noche tengan todos mis horripilantes oyentes. Nos encontramos una vez más, a las tres treinta y tres AM de este hermoso miércoles para disfrutar de este espeluznante programa radial llamado “radio poltergeist”.

    >> Para quienes sean nuevos, me presento. Les habla el siempre tétrico y escabroso, pero indudablemente apuesto, Igor Mortis. El presentador favorito de los muertos y el más envidiado de los vivos.

    >> Les doy la bienvenida una vez más a todos. A los nuevos y a los viejos; a los jóvenes y a los ancianos; a los hombres y a las mujeres que quieren pasar una noche de miedo con las historias más terroríficas que pueden existir: las de la vida real. Contadas por sus propios protagonistas. Usualmente.

    >> Y no creo que tenga que repetir en cada programa el porqué radio poltergeist es tan especial y única, los que sean nuevos saben porque nos sintonizaron. Pero para quien cayó de casualidad, te invito a quedarte, quizás te interese escuchar a quien invitamos hoy. Se muere de ganas de querer contarnos su historia. O lo haría si no estuviera muerto porque, aquí en radio poltergeist, entrevistamos a gente normal. Normalmente muerta, que vienen del mas allá para iluminarnos con sus espeluznantes, terroríficas, emotivas, emocionantes e impactantes historias olvidadas u ocultas en el tiempo.

    >> Antes de presentar a nuestro invitado de hoy, quiero hacer una especial mención a nuestro sponsor que nos acompaña programa tras programa. Un saludo y un agradecimiento especial para la carnicería “la guillotina”, los mejores cortes y atención la encontraras allí en “carnicería la guillotina”.

    >> Pero no dilatemos más la entrevista de hoy. El tiempo nos juega en contra y no me gustaría que nos quedáramos con una vívida historia a medio morir. Y sin más preámbulos les presento al invitado de hoy que nos deslumbra con una fachada de lo más espeluznante. Me encanta tu parca, pega mucho con la atmosfera de nuestro programa.

    -Gracias

    -Uy, que voz más escalofriante. Parece sacada del mismísimo polo norte. Pero no estamos acá para alagarte, aunque te lo merezcas ¿Querrías decirle tu nombre a los radio escucha y el cómo moriste?

    -Mi nombre fue Luis, y a eso vine a contar como morí.

    -Así que Luis, como el dueño de nuestro sponsor. Les mando un saludo a Luis y a María, los dueños de carnicería “la guillotina”. Muy bien Luisito ¿no te molesta que te diga así, verdad?

    -No me molesta.

    -Perfecto. Entonces, Luisito ¿A qué edad moriste?

    -A los veinticinco años.

    -Que desgracia morir tan joven. ¿Y hace cuanto tiempo llevás muerto?

    -Se cumplieron siete años el mes pasado.

    -Ah, tenemos un cadáver fresco. La semana pasada vino alguien de 1940. Un judío muy simpático con una historia no tan simpática. Y la semana anterior a esa vino un feroz guerrero vikingo del siglo diez, Sigurd se llamaba, tenía toda la cara desfigurada, pobre. Recuerden, oyentes, que pueden volver a escuchar todas las entrevistas en nuestras redes sociales que solo se abren desde las diez de la noche hasta las seis am.

    >> Hablando de caras. Oyentes, se les caería la piel del miedo si tuvieran a este invitado frente suyo. No me deja ver nada debajo de su capucha, da escalofríos. Pero es entendible. Muchos de los que han venido quisieron mantener su anonimato.

    >>Muy bien, Luisito. Moriste a la edad de veinticinco años y llevás siete años muerto. Adelantanos algo ¿la capucha es para ocultar alguna cicatriz o solo por mantener tu anonimato?

    -Ambas.

    -Uy, misterioso. Me gusta. Me caes bien, Luisito. Pero no te quiero interrumpir más. Cuando vos quieras, podes contarnos los sucesos detrás de tu muerte.

    -Todo comenzó con un sueño. Uno muy silencioso y oscuro. Era la nada misma. Donde sea que viera solo había negrura y un silencio imperturbable

    >>Estaba parado en la nada, mirando ese abismo sin fin. Y solo sabía que mis ojos estaban abiertos porque podía ver mi cuerpo entero, aun sin una luz que me alumbrara. Desnudo, decidí caminar hacia la interminable oscuridad.

    >>No estaba cayendo ni flotando, pero mis pies no sentían un suelo solido y aun así se apoyaban firmes en una superficie inexistente que era como caminar sobre el agua.

    >>No sentía ni frio ni calor, como si esas cosas hubieran quedado olvidadas en esa realidad. Pero sentía que cada vello de mi cuerpo estaba erizado, daba la sensación de estar en un constante escalofrío. Tampoco sentía mi respiración ni el latir de mi corazón, esas cosas también estaban prohibidas allí.

    >>Caminé sin freno por un largo rato. No sentía cansancio alguno. Mis músculos no se quejaron en ningún momento en lo que parecieron horas o días. Era difícil saber cuánto tiempo pasaba entre paso y paso. El tiempo se sentía confuso y fragmentado. A veces sentía que dar un paso me tomaba un segundo y otras que cada uno me costaba horas. Como si el concepto del tiempo se hubiera inventado en otro lado y se hubieran olvidado de llevarlo a ese lugar.

    >>Me detuve ante un susurro. Un susurro lejano, muy lejano, pero audible. Giraba mi cabeza en busca del sonido pero hacia todos lados se escuchaba igual de lejos. No venía de ninguna parte pero estaba en todos lados. Me asusté. Cuando crees estar solo en un lugar donde supones que deberías estarlo, la más leve señal que niegue esto crea pánico en tu cuerpo. Corrí hasta que empecé a sentir la voz más cerca. Creí que estaba corriendo en dirección a ella por error así que me di la vuelta y avancé en dirección contraria. O eso creía. No había nada que me diera un indicio de que existiera el atrás o el adelante. Podría haber estado corriendo hacia arriba y hacia abajo al mismo tiempo. O no estar moviéndome hacia ningún lugar sin darme cuenta.

    >>El susurro aumentaba su volumen sin dejar de ser un susurro. Se oía bajo pero cada vez más cerca. Como si siempre hubiera estado en el fondo de mi cerebro y comenzara a expandirse hasta mis oídos. Era una voz fría y monótona. Con solo escucharla, se notaba que su dueño había perdido su alma y propósito hace eones. Era como si la nada misma tuviera voz propia.

    >>Mis pies se detuvieron sin que se los ordenara. Presos de algo sin forma visible pero que se sentían como manos desprovistas de toda piel y carne, y muy empeñadas en mantenerme en mi sitio. No hubo esfuerzo que valga para poder reanudar mi carrera, así que solo pude quedarme ahí, en medio de la oscuridad, asustado de muerte y escuchando como el susurro se acercaba cada vez más con su ininterrumpido y repetitivo cántico. “Usque ad mortem potest mori”.

    >>Cuando sentí la voz detrás de mí, sufrí un frio en todo mi cuerpo que jamás voy a olvidar. Aun hoy, sin carne en mis huesos, puedo recordar esa gélida sensación. La voz estaba detrás de mí, y frente a mí, y a mi derecha e izquierda, me rodeaba en todas las direcciones, tan cerca que podía oler el putrefacto y acido aliento que las pronunciaba. Pero su dueño estaba detrás de mí. No lo vi cuando me di la vuelta. Ni tampoco se apersonó cuando me di la vuelta de nuevo. Pero su presencia siempre se mantuvo detrás de mí. Imponente, ominosa, terrorífica. Todas las sensaciones en mi cuerpo se unificaron para formar el nacimiento del miedo más profundo que jamás haya experimentado.

    >>Solo susurraba las mismas palabras una y otra vez sin hacer nada más. Hasta que calló y mi cuerpo sintió el verdadero terror. Mientras hablaba tenía miedo, pero cuando dejó de pronunciar palabra alguna, mi cuerpo supo al instante que era una señal aun más peligrosa que los misteriosos susurros, y me sentí como un conejo arrinconado por una manada de lobos. Indefenso y atemorizado. Por primera vez en lo que parecieron siglos comencé a sentir mi corazón de nuevo, acelerado, como si hubiera vuelto solo para estar al borde de una arritmia.

    >>Comenzó a posar su mano lentamente sobre mi hombro, un dedo a la vez. Estaba fría y se sentía tan esquelética como aquello que me aprisionaba los pies. Cuando posó todos sus dedos desprovistos de carne, comenzó a hundirlos en mi piel. No hubo fuerza en su agarre. Traspasaba mi piel y desgarraba mi carne sin esfuerzo alguno generándome un dolor insoportable. Y a pesar de que su mano estaba fría, se sentía como si me quemaran con un hierro al rojo vivo.

    >>No paró de profanar mi carne hasta llegar a los huesos. Sentía como su huesudo dedo acariciaba, casi con añoro, mi esqueleto sumiéndome en una agonía imposible de describir. Podía oler su venenoso aliento, inundándome el rostro y podía sentir lo que quizás era una sonrisa de su parte. No la veía, pero sabía que lo estaba haciendo. Sonreía como un niño cuando conseguía un juguete que quería hace tiempo.

    >> Comenzó a apretar mis huesos y podía sentir como estos y sus dedos se combinaban. Mi cuerpo comenzó a fallarme de una manera extraña. La oscuridad había cobrado sentido, no sabía cual, pero sabia el porqué existía. Mis músculos se destensaron dándome calma. Mi corazón frenó de golpe pero sin matarme. Y mi captor sonreía.

    >> Se me acercó a al oído y repitió una última vez “Usqued ad mortem potest mori”. Y fue cuando me desmayé.

    -Wow. Que miedo Luisito. Dijiste que fue un sueño pero eso parece más una pesadilla. Si hasta tengo la piel de gallina de solo imaginarlo. Pero deduzco que no es así como moriste ¿Qué pasó después?

    -Luego de eso me desperté gritando y cubierto de sudor en mi habitación. La lluvia y el viento golpeaban fuerte en mi ventana y sentí un enorme dolor en mi hombro. Me levanté y fui al baño donde vi que tenía cuatro moretones en mi hombro derecho.

    -“Gritando y cubierto de sudor”, un resumen de mi vida sexual. ¿Y no fuiste al médico a que te revisaran las marcas?

    -¿Y qué les hubiera dicho? ¿Qué un ser venido de no sé donde me las hizo en un sueño? No, lo dejé pasar y al poco tiempo desaparecieron. En cuestión de uno o dos días, ya no estaban.

    >> Aunque si se lo conté a mi psicóloga, Carla. La visité al día siguiente y, aunque no le mostré ni le conté de las marcas, si le hablé sobre la pesadilla.

    >>Fueron meses duros para mí. Tuve discusiones con mi familia; mi trabajo ya no me rendía; cometí el error de meter muchas materias y estaba hasta cuello de parciales. Fue una de esas temporadas en la que una cosa se te rompe y el cosmos se alinea para que todo lo demás también lo haga. Y por eso comencé a frecuentar a Carla.

    >>No esperaba que me diera una respuesta directa de lo que había soñado o que le diera un sentido, pero me bastaba con que me dijera que solo era parte de mi cansada y estresada mente. Y fue exactamente lo que me dijo. Me contuvo en pensamiento para no seguir dándole vueltas al asunto, pero fue una semana muy difícil. A mi preocupación por el alquiler y los exámenes cercanos se le sumó mi sonambulismo voluntario. Me daba pánico irme a dormir y que ocurriera de nuevo. Y no era por volver a ese oscuro y vacio lugar, o por encontrarme de nuevo con ese ser nauseabundo. No quería volver a sentir ese miedo tan primigenio que me halaba la sangre de tan solo pensarlo.

    >>Pero dormía. Si. Muy esporádicamente. Aunque Carla alivianó mi preocupación, no podía quitarme la experiencia de la cabeza. Y aunque no lo volví a soñar con aquel lugar, si tuve pesadillas producto de mi cansada mente que no hacía otra cosa que recordarme ese sueño. Esqueletos persiguiéndome; cementerios neblinosos; hasta gente muriendo a mi alrededor son algunos ejemplos.

    -Te entiendo. Una vez tuve parálisis del sueño por cinco días seguidos. Solo dormía cuando estaba muy cansado. Y lo hacía con mucho miedo. ¿Has tenido parálisis del sueño alguna vez?

    -No

    -Que suertudo.

    -Al menos estás vivo.

    -Em. Bueno, sí. ¿Por cuánto tiempo duraron las pesadillas?

    -Una semana. Después de ese tiempo, cesaron. Pero se llevaron mis sueños. No volví a soñar en absoluto. En el momento no me molestó. Por fin podía descansar, así que era un precio que estaba dispuesto a pagar.

    >>Por un tiempo todo pareció volver a la normalidad. Seguí preocupado por mi economía y mis estudios, pero no me perseguían los terrores nocturnos. También seguí visitando a Carla, a quien le conté mi falta de sueños, pero no pudo guiarme mucho con ese problema, aunque sí logró desviar mi atención de la pesadilla inicial.

    >>Hasta que un día, un mes después, estaba cepillándome los dientes y una de mis muelas se desprendió. Entera y sin sangre. Solo se cayó como la fruta podrida de un árbol. Y, aunque estuviera justo con mi dinero, decidí visitar a un dentista.

    >> En la consulta no se encontró nada extraño. Dijo que mis dientes y mi boca estaban sanos, pero que lo mejor sería hacerme varios estudios para estar seguros de que no fuera otra cosa. Teorizó que podría ser una deficiencia en algún parte de mi cuerpo, enfatizando mi mal aliento, el cual no debí haber tenido porque me cepille mis dientes antes de la consulta.

    >> Así es como empecé con mi historia clínica, la cual daba negativo en todo. No tenía problemas en el hígado ni estomago; no tenia enfermedades como hepatitis o cirrosis; ni tampoco se encontraron otras como la diabetes. Las radiografías y tomografías no mostraban nada. Mi cuerpo funcionaba a la perfección pero decidió que esa muela debía caerse.

    >>Fueron dos semanas de estudios médicos ininterrumpidos. Y si mi diente caído era raro, mi halitosis, que empeoraba día tras día, lo era aun más. Pero tampoco se le encontró una respuesta, y comenzaba a afectarme a nivel personal, al punto que empecé a llevar una mascarilla todo el tiempo solo para no molestar a la gente a mi alrededor, quienes se comportaban educadamente sin comentar algo al respecto, pero sus sutiles acciones me hacían darme cuenta que el problema se me estaba yendo de las manos.

    -Habrá sido duro, me imagino que fue difícil conseguir pareja.

    -Se me hacía difícil habla con cualquiera sin morir de vergüenza.

    -¿Y de eso moriste? ¿De vergüenza?

    -No exactamente, pero si me afectó a nivel personal. Evitaba hablar con cualquier persona. Hasta con Carla. Me quedaba largos minutos sin decir una sola palabra en las sesiones, lo que me llevó a dejar de ir.

    >> Pero fue una transición extraña. A más alejaba de la gente, menos me importaba hacerlo. Ni antes ni ahora culpé a nadie de mi estrés. Pero lo del mal olor bucal me sirvió para enfocarme en mis estudios, lo cual aligeró mi carga mental. Pero, repito, fue extraño. No me sentía menos estresado, sino menos emocional. Si nadie me hablaba me daba igual, pero si lo hacían también me daba igual. Como si transitara por una lenta pero constante corriente, comencé a perder interés por lo que los demás sentían, contándome a mi entre ellos.

    >> Ya no me preocupaba por nada, ni mi dinero, ni mis estudios. Hacia todo casi por inercia, como si siguiera a mi instinto diciéndome que debo hacer. Pero lo hacía con calma y sin preocupación. Fue un limbo muy extraño. Me hacía sentir inhumano. Estaba atrapado en una completa apatía pero sin sentirme culpable o mal. Solo era. Y un día los conceptos del bien y el mal dejaron de tener sentido. La lógica misma dejó de tener sentido, o mejor dicho, comenzó a tener otro sentido que me es muy difícil de explicar. Pero es como si alguien hubiera abierto mi mente, borrado los conceptos que me costaron toda mi vida coleccionar y los hubiera reemplazado por otros que no respetaban bandos ni encrucijadas. Todo era una unidad de pensamiento lineal que se ligaba directamente a mis emociones.

    >> Me sentía un como robot. Uno lleno de paz y calma.

    -Qué curioso. Tuviste un sueño extraño y te comenzaste a deshumanizar. Me recuerda al reportero que vino hace unos meses atrás que nos contó su desenlace con Baal. O el demonio que tuvimos la oportunidad de entrevistar que nos contó sobre las almas humanas cuando pasan mucho tiempo como almas. ¿Puede ser que tu sueño haya estado vinculado con un demonio?

    -No. Son cuestiones diferentes. Tus invitados a los que les sucedió fueron presas del tiempo en un estado paranormal. Lo mío fue una especie de reinicio. Todo mi yo sé reprogramaba de una manera consiente volviéndome menos humano, pero sin deshumanizarme. No creo que se me entienda. Mi ser murió de forma espiritual pero se quedó en el plano físico. Algo parecido a lo que te sucede con tus parálisis del sueño.

    -¿Ósea que si sabias lo que te pasaba?

    -En ese momento no

    -Entonces, para dejarlo en claro, porque no entendí bien ¿estabas muriendo?

    -No. Me estaba preparando para mi muerte. Cuando sucedió, no lo sé, pero, en algún momento entre mi pesadilla y todo lo que pasó después, me morí definitivamente.

    -¿Es decir que eras una especie de zombi?

    -Tampoco.

    -¿Y qué te hace creer que moriste en ese entonces o que siquiera estés muerto ahora?

    -Lo que sucedió después.

    >> Mi vida comenzó a fluir como si nada pasara. No se me cayeron más dientes pero seguía con halitosis, y aunque no me importaba lo que pensaran, me dejaba el barbijo para que no me molestaran a futuro. Ya no iba a la psicóloga y todo iba con una monótona tranquilidad. Los días pasaban y yo los vivía sin sueños y con mi apática tranquilidad. Hasta que alguien, en mi trabajo, hizo un comentario.

    >> Trabajaba en una oficina con otras cuatro personas en unos escritorios bastante cercanos entre ellos y un día alguien preguntó “¿Qué es ese mal olor?”. Me preocupé. Tenía la mascarilla puesta, pero el mal olor venia de mí. Culpé a mi estomago y que no aguantaba una descompostura ficticia. Pero preferí pasar vergüenza y tener una excusa para ir al baño.

    >>Me paré frente al espejo del baño y me retiré la mascarilla. Y efectivamente, el olor provenía de mí. Pero no de las zonas normales donde alguien puede tener mal olor. Sino de una zona específica de mi brazo. Desde un pequeño, y oculto al ojo, poro se filtraba un invisible pero fuerte y pesado olor que recordaba a carne podrida y azufre.

    >> Recorrí todo mi brazo con la nariz buscando la fuente del olor. Era en un lugar muy específico de mi antebrazo derecho, minúsculo, como la pinchadura en un globo. Me tapé la zona lo más que pude para ocultar el apestoso gas y pedí el día a mis jefes.

    >> Me encerré en mi casa durante días, semanas. Me era imposible salir a la calle, el olor se volvía cada vez más abundante. Se escapaba por mis poros como si fuera una vaporosa olla con un hediondo caldo de putrefacción. Nunca más me volvieron a ver en la oficina. Deduzco que me habrán echado ya que no atendía ni siquiera las llamadas.

    -¿Pero no intentaste ir al médico?

    -No, no me animaba a salir de mi casa. No tenia forma de tapar el olor. Aunque me bañara o me llenara de perfumes o aromatizantes, el olor no desaparecía. Si iba a un hospital, con mucha suerte me echarían con amabilidad y me mandarían a bañarme. No creo que un estudio o varios mostraran algo. Me estaba pudriendo por dentro.

    -¿Pero cuanto tiempo estuviste encerrado?

    -Alrededor de tres o cuatro meses.

    -La puta madre. Es mucho tiempo ¿Ninguno de tus familiares intentó contactarte?

    -No. Mi madre murió cuando era joven y estaba peleado con mi padre. Un ser orgulloso, mi padre, no iba a dirigirme la palabra hasta que yo fuera el que se disculpara.

    -¿Y tus amigos?

    -Muy ocupados en sus vidas como para venir a visitarme. Solo debía decirles que estaba bien por mensajes y eso ya los dejaba tranquilos.

    -Suena triste.

    -Suena como lo que era. Una persona que nadie extrañó cuando morí.

    -Pero ¿y el alquiler? Si estuviste todo ese tiempo encerrado sin ir a trabajar ¿De dónde sacabas el dinero para pagar el alquiler?

    -De mis ahorros. Dos semanas después de encerrarme perdí el apetito y dejé de comer todos esos meses así que no tuve gastos de comida lo que me ayudó centrar mis ahorros en que no me desalojen. El no asistir mas a la facultad también ayudó.

    -¿Estuviste cuatro meses sin comer? Es un poco extraño que aguantaras tanto tiempo.

    -Lo que si sentía era una abrumadora e insaciable sed. Habré tomado más de diez litro diarios sin poder saciarla del todo.

    -Aun así. Por mucho líquido que tomes, tendrías que haber muerto en la mitad de ese tiempo.

    -Vas comprendiendo lo extraño de mi caso.

    -Uf, vaya que sí. No comías, no dormías y al parecer te estabas pudriendo por dentro. Volvamos a eso. El hedor era cada vez más fuerte ¿pero como estabas seguro que te pudrías por dentro?

    -De la forma más asquerosa posible. A medida que pasaban los días, mi masa muscular disminuía y mis grasas desaparecían. Me volvía cada vez más esquelético. Normal, no probé bocado por semanas, todo lo que tenía en la alacena y heladera se pudrió. Pero, a pesar de mi desnutrición y la falta de alimentos en mi cuerpo, no dejé de regularizar mis visitas al baño.

    -Es decir que…

    -Todos mis intestinos, grasas, músculos, nervios, hasta mi propio cerebro, salían en unas asquerosas y apestosas mazas putrefactas marrones, rojas y negras cada vez que iba a defecar. Asquerosas pastas de carnes licuadas y venas enroscadas que me iban dejando más y más vacio a cada visita al baño.

    -Uy. No voy a mentir, sentí un poco de acido estomacal subiéndome por el pecho con solo imaginármelo. Y eso que entrevisté a una necrófila.

    -Fue un proceso lento y asqueroso. Pero al final de esos cuatro meses, ya no tenía nada dentro mío. Era solo piel y huesos, hasta el pelo se me había caído dejándome una patética versión lampiña de mi mismo. Pero lejos de que mi piel quedara flácida y colgante, esta se estiró hasta unirse a mis huesos a tal punto que mis dientes quedaron expuestos y ya no podía cerrar mis parpados. Pero no lo necesité porque mis globos oculares cayeron al poco tiempo dejando mis cuencas oscuras y vacías.

    >>Cuando el proceso de vaciado terminó, me senté en el suelo y allí me quedé. No sé cuánto tiempo estuve sentado en la más absorbente obscuridad y sumido en un silencio sepulcral que me separaba de la realidad. Y aunque no me moviera porque se me dificultaba sin mis músculos, y no respirara porque ya no tenía mis pulmones, aun seguía vivo. Quien me hubiera visto diría lo contrario, pero yo sabía que lo estaba, que mi conciencia y mi ser seguían ligados a mi ahora lamentable cuerpo.

    -Perdón que te interrumpa, pero no entiendo ¿Estás muerto pero sigues vivo?

    -Sí y no. Solo existo. Ya lo entenderás.

    -Ok. Te dejo continuar, entonces.

    - Estaba en una especie de transe donde también perdí la noción del tiempo, absorto en mis pensamientos. O más bien mis recuerdos. Los veía como en una película. Todos los momentos de mi vida pasaron frente a mis inexistentes ojos.

    >>Y mientras me hallaba sumido en ese oscuro limbo, comencé a escuchar un susurro, uno muy lejano, uno muy familiar, que me llamaba y me convocaba a su encuentro.

    >>Me levanté perezosamente de mi letargo. En cuanto estuve de pie, comencé a caminar hacia la voz. Mi cuerpo se sentía muy ligero lo cual me ayudo a navegar por la oscuridad. Ya no estaba en mi hogar, lo sabía. Ahora estaba en otro lugar igualmente familiar, pero esta vez sin miedo, persiguiendo al constante susurro en lugar de evitarlo.

    >> Y, nuevamente, no sé cuánto tiempo caminé por la negrura. Pero en el horizonte, si es que podría llamarlo así, veía a lo lejos un punto blanco rodeado de una vaporosa cortina de niebla espesa que caiga hacia la nada. Los susurros venían de ahí y yo iba hacia ellos haciéndolos sonar cada vez más fuerte. Recitaban un cantico o una oración inentendible, en un idioma ya olvidado.

    >>Pero eso no es lo importante. Me disculpo si añado mas detalles de los necesarios para contar las cosas. Cuando tu existencia pasa a ser tan longeva como la eternidad, empiezas con la mala costumbre de tomarte tu tiempo para todo.

    >>Lo importante fue que conocí a mi “asesino”, si es que podría llamarlo así. Y aunque gracia a él estoy en mi estado actual, jamás lo culpé por lo que hizo. Comprendí que era mi destino todo este tiempo. Y te diré algo importante, el destino solo existe para los desafortunados aunque no me considero uno. Y menos por conocer a tan importante entidad y recibir su herencia tan antigua como el tiempo mismo.

    -¿Herencia?

    -Si. Tenía frente a mí a la más antigua entidad en el universo. Al ser que todas las deidades temen que se les presente y al que los mortales conocen sin verla. A la criatura de infinitos nombre.

    -¿te refieres a…?

    -A la muerte misma.

    -Pero entonces, con “herencia” te refieres a que…

    -Si. No puedo dar detalles de la ceremonia que se me presentó luego de todos estos sucesos, pero si puedo confirmarle a todo el que esté escuchando que la muerte también debe morir, pero su legado siempre es eterno.

    -A ver si entiendo ¿estoy entrevistando a la mismísima muerte?

    -Si. Y tú sabes que es más que eso.

    -Ok. Ahora entiendo porque eras el único postulante para hoy.

    -Espero que no moleste que lo hagamos en vivo. Creí que sería muy adecuado para la temática de tu programa. De el cual no me perdí ni un programa.

    -¿Bromeas? No podría pedir mejor despedida. Pero dejame explicarles a mis oyentes que seguramente se pondrán muy tristes. Damas y caballeros, espero que se sientan privilegiados en no solo oír a la muerte misma contarnos su historia, sino en estar presentes para el último programa de radio poltergeist. Fueron 66 semanas de las más interesantes y divertidas y no podrían haberse logrado sin ustedes. Y sin el pacto que hice años atrás. Baphomet me reclama y sin él no podría haber hablado con todos los fantasmas, espectros y demonios que hemos conocido.

    -Pero las deudas se deben pagar.

    -Pero las deudas se deben pagar, exactamente. No podría haber pedido mejor entrevistado y programa para terminar este hermoso y último ciclo de mi vida. Fue un programa genial donde aprendimos que hasta la muerte se toma vacaciones permanentes de su trabajo. Pero todo lo bueno tiene que tener un final. Espero que hayan disfrutado de este espeluznante programa radial. Yo soy Igor Mortis y les deseo una hermosa y espeluznante semana. ¿Algo que quieras agregar?

    -Solo para algunos oyentes. Nos vemos pronto.

    Matías

    Comentarios

    No hay comentarios todavía, sé el primero!

    Debes iniciar sesión para comentar

    Iniciar sesión