....
La invasión cotidiana.
Me deslizo, indeciso,
por la cuesta arriba de la mañana,
abundando en casi nada,
repetida la maldad de cada día
más allá de mis ventanas.
A veces agito las alas,
me desperezo
y suelto el lastre
del no tener ganas.
Muevo el culo de las sábanas.
A veces me animo con planes,
ideas, quizás, descabelladas.
Un jardín japonés
en la era abandonada.
La lluvia me alegra el alma.
Licencia sicológica para la vagancia.
Es circunstancia.
La apatía, bien mirada,
no es tan mala.
Si los malos del mundo
la sufrieran cada día,
otro gallo nos cantara.
...
Y es el caso que a mí, eso de andar resucitando, no me parece buena idea.
...
A nadie encontró que fuera alguien ya encontrado.
Nadie calcado a nadie.
Así, comprendió lo especial de cada quien.
Se comprendió especial.
Y siguió adelante.
Era extraño aquel sendero. A ambos lados, girasoles, brillando al sol recién hecho.
La mañana era tan suave que El Caminante se sintió bien consigo mismo. A veces, la vida, te rodea de flores.
Espliego.
Y entre su aroma, un olivo. Solo uno. Viejo y hermoso.
El Caminante, pensó en ella.
Era un poco triste ser tan feliz, tan solo.
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Retazos.
"Me hiciste creer que me amabas"
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