Quisiera no tener que decir...

Quisiera no tener que decir -por favor no me dejes nunca- pero mis pensamientos me dicen en voz baja que mentiría si dijera que tus pasos no dejan un rastro imborrable en el camino de mi cuerpo.

Quisiera no tener que decir -por favor amáme para siempre- pero nuestra historia me dice que me calme, que me dé tiempo, que respire y que no piense. Pero no puedo. Cada día dejas una huella diferente en mis pulmones de la manera más adecuada para suspirar la brisa de tu primavera.  

Quisiera no tener que decir -cuidame toda la vida- pero la psicología se deprime al enterarse que el brillo de tus ojos me sana el cansancio de los párpados. Se daría media vuelta y partiría con indignación si supiera lo simple que es volver a la máxima expresión de mis sentidos con tal sólo acostarme en tu pecho. La medicina nos tendría envidia al admirar cómo mi taquicardia se apacigua cuando escucho tu voz relatándome historias que contar al otro día. Y tus cuentos. Y tu poesía. Tus cuentos y tu poesía antes de irme a dormir en un trance que sólo vos y yo conocemos.

Quisiera no tener que decir -no voy a encontrar nada igual a esto- y vos sólo callarías cuando caigan lágrimas por mis mejillas mientras espero a que las beses en silencio. Que me beses las lágrimas. Sólo así podría curarme de cualquier enfermedad desconocida.

Miles de escudos intenté crearme, cuando sólo necesitaba un abrazo con las manos más sinceras que jamás podría haber sentido. Tu dulzura basta para frenar cualquier bala. Tu ternura basta para erradicar cualquier discurso embadurnado de locura insensata. Porque no estoy loca al sentir todo esto y sé que me vas a llamar por mi apodo y que vas a relajar mis hombros y que vas a decirme tranquila tranquila y que vas a estar expectante a mi estallido y sé que no debo decir

-¿Podrías hacerme el té todas las mañanas?