Te veo cada noche en los sueños,
aquellos en los que me refugio cuando
la luna se vuelve pesada con su mirada
juzgadora.
Tus ojos marrones son como el café
que suelo tomar a medianoche.
Tus palabras son como la melodía
que suelo escuchar.
Me estoy arrepintiendo,
no suelo navegar en la fantasía
de posibilidades.
Ahora creo que estoy mal,
demasiado vulnerable para ser solo amigos,
me siento muy débil.
Tenes la habilidad de destruirme
en tus manos,
así que me siento herida repetidas
veces en el día, quizás deba irme.
Pero no puedo alejarme,
no quiero soltar tus manos,
ni dejar de ver tu rostro,
aunque fuera solo un día al mes,
siguen siendo los mejores días del año.
Rezo a los dioses cada noche por una
oportunidad de tomar tu rostro con
mis manos y probar tus dulces labios.
No siento deseo usualmente,
pero cada vez que te veo,
solo pienso en lo que sería recibir
uno de tus besos y morir en tus brazos,
aunque eso rompiera mi corazón.
No puedo dejarte ir,
pero tenerte se siente como jamás
tener lo que se quiere realmente.
Necesito uno de tus besos solares,
uno que pueda iluminarme el camino.
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