En un rincón del alma, donde el eco de la admiración resuena con fuerza, me encuentro atrapada entre sombras y luces. He sido la espectadora silenciosa de la danza vibrante de los colores, el susurro del viento que acaricia la piel de aquellos que crean. Mire todo con mis ojos llenos de sueños y anhelos, por tanto tiempo he deseado dejar de ver y empezar a ser
Estoy cansada de ser solo un eco en la galería del arte ajeno. La belleza me abraza, es tan suave, casi no la siento, pero su peso se transforma en una carga cuando en mi corazón resuenan los colores y las melodías que aún no he creado. Quiero ser el pincel que dibuja paisajes inexplorados, el escultor que da vida a la piedra fría. Deseo que mis manos se llenen de barro y mis ojos se inunden de tinta.
He admirado tanto tiempo la luz del sol reflejada en las obras de otros, pero ahora anhelo ser esa luz, brillar con intensidad propia. Quiero que los demás miren hacia mí y encuentren en mi arte la chispa que ilumina sus propias almas.
Y mientras mis dedos se deslizan sobre el lienzo en blanco, siento cómo las palabras brotan como las flores en primavera. Cada verso es una rebelión contra la pasividad; cada trazo es un sutil grito de libertad. La admiración se transforma en inspiración.
No quiero más galerías vacías donde solo se escuche el murmullo del asombro ajeno. Quiero llenar los espacios con mi esencia, con mi risa y mis lágrimas convertidas en arte.
Así que aquí estoy, dispuesta a abrazar la creatividad. Ya no seré una simple admiradora, hoy asumo la esencia del artista. Que mis días se conviertan en lienzos y mis noches en melodías, deseo dejar una marca en este mundo ansioso de autenticidad.
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