Mis grandes sufrimientos en este mundo han sido los sufrimientos de Heathcliff, los he visto y sentido cada uno desde el principio. El gran pensamiento de mi vida es él. Si todo pereciera y él se salvara, yo seguiría existiendo, y si todo quedara y él desapareciera, el mundo me sería del todo extraño, no me parecería que soy parte de él (...) ¡Nelly, yo soy Heathcliff!
— Emily Bronte, Cumbres Borrascosas.
A mí me gustan más los muertos que las personas
que pueden dejarme y seguir vivas
y a veces pienso realmente en desenterrar tumbas
y darle besos a lo que queda de los muertos,
a sus labios destruidos,
besar las lombrices que los acunan…
***
Vos me amaste con más violencia que mi padre
que me ingresaba en la ducha helada y abría la llave
porque de pequeña también veía figuras en vez de estar durmiendo y,
así como me metían a la ducha helada,
también me regalaron una María de madera para protegerme por la noche.
Siempre me dio miedo el ángel de la guardia, que pudiera verme.
No me da más miedo que el Diablo, quien conmigo se ha anunciado
manifestado
quien habla en mi hombro y yo
a veces juro que amo.
***
Este infierno es el mismo infierno donde he estado encerrada
por los últimos siglos.
Soy una Banshee, una lavandera con la ropa polvorienta,
una mujer que por siempre espera,
siempre esperando encerrada en su infierno
que, por cierto, está congelado y ya no alberga ni ecos.
A un infierno vacío, todo para mí,
no lo llamo castigo.
***
Tengo tatuado un corazón atravesado por una daga, en el estilo de los marineros que se tatuaban en la década de los cincuenta. En aquel entonces simbolizaba una larga partida hacia altamar y un profundo dolor por ello, pero a su vez es un símbolo del Inmaculado Espíritu en el catolicismo tradicional y también representa a Erzulie Dantor, una diosa vudú que es bisexual y protege a las mujeres, niños y marginados, y que es celosa de los que ama. A su vez, es la pérdida y el corazón roto.
Siempre me enamoro de las mujeres tercas y crueles de las películas antiguas. Hubo muchísimas, aunque la mejor es la protagónica de Lo que el viento se llevó. En la escena en la que va a la casa de su hermana para conquistar a su cuñado con un anguloso vestido rojo, sobre todo. Mi femme fatale favorita es Veronica Lake, que cuando cambió su peinado pasó de moda y que terminó desarrollando esquizofrenia, muriendo en soledad, así como mi prototipo de perfección hollywoodense que es Marlon Brando y que también murió solo y también pobre porque debió vender su isla en Tahití y sus casas para pagar el juicio de su hijo, que mató al esposo de su hermana, también hija de Brando. Lo sé porque me compré un arsenal de clippings y notas recortadas de revistas sobre Marlon Brando.
Creo que me hubiese gustado ser una mujer cruel de película antigua, o aunque sea Clara Bow que también murió olvidada porque sus amores eran trágicos y su vida complicada. Además, el cine sonoro llegó tan rápido… no entiendo por qué me tocó ser esto, un amasijo que al mover su deforme boca solo puede pronunciar los pitidos de S.O.S. en código morse.
Quizá mi problema es que todavía estoy un poco enamorada del chico que me gustaba a los cinco, con el que tirábamos piedras a los autos. Se llamaba Kai, era hijo de la dueña del hostel en el que vivíamos con mi familia en Playa del Carmen y yo realmente sentía que lo amaba inmensamente, por eso tiraba piedras a los autos junto a él. En esa época también estaba enamorada de otro nene, con el que me escapé en un barco pesquero a Cozumel.
Hace poco hablé con el chico del que me enamoré en la primaria a la que asistía en Polanco a pesar de que vivía en una vecindad de Cuauhtémoc junto con prostitutas y chicas trans que chequeaban sus mails con sus hermosas y largas uñas falsas, que ya estaban de moda en el dos mil diez, mientras yo, en la computadora de a lado, veía vídeos de Marilyn Manson llevando esos aparatos para la poliomelitis que originalmente se clavaban a los huesos. Cuando hablé con el que me gustaba en la primaria, hoy un hombre, se sorprendió que aun recordara que era hincha de los Pumas de la UNAM. A mí no me sorprende recordarlo, tengo una casaca de los Pumas que me compré a los diecinueve años por recordarlo.
Colecciono mazos de tarot y también colecciono revistas antiguas, tengo una Para ti de mil novecientos treinta y dos y una revista de mil novecientos veintinueve con publicidades que incluyen un anuncio de Vogue. Las adoro, las escaneo y las recorto, porque no tengo el mismo respeto que tienen los otros por el tiempo, y las pego en un cuaderno diminuto en el que también hay una foto de James Dean en Rebelde sin causa.
***
A veces pienso que me gustaría practicar el escapismo intermitente subida a una carroza sin jinetes pero con caballos que tengan los ojos llameantes y escarlata, que sus piernas no se vean porque son ánimas y porque levantan demasiado polvo y tierra al trotar, al correr, salvajes, relinchando, y yo dentro riendo en estruendo maniático.
En otras ocasiones me gustaría haber nacido en la época victoriana y morir de fiebre tifoidea en brazos hermosos y extremos. O haber escrito largas cartas a quien de esos brazos se adueña, yo en reposo junto al mar porque en todos los mundos estoy loca y en ese me llevan a pasar una temporada a la costa para respirar las sales curativas y no suicidarme o matar a quienes amo. En esas cartas se seguiría la estructura de la narrativa gótica sin saber que así era porque en ese mundo seríamos como Mary y Percy, o como Percy y Lord Byron.
Hay algo muy importante en la costa. Por mi parte, las cenizas de mi padre están en el pueblo lindero a Mar de las Pampas y viví en la Riviera Maya. Esto no es un texto sobre la costa.
***
Contame del sueño donde sacamos los cuerpos del lago
y los vestimos con ropa abrigada otra vez.
Que era tarde, y nadie podía dormir, los caballos corriendo
hasta que se olvidan que son caballos.
No es como un árbol donde las raíces tienen que terminar en algún lado,
es más como una canción en la radio de un policía,
cómo enrollamos la alfombra para poder bailar, y los días
eran rojo vivo, y cada vez que nos besábamos había otra manzana
para cortar en pedazos.
Mirá la luz por el vidrio de la ventana. Eso significa que es mediodía, eso significa
que estamos inconsolables.
Contame cómo todo esto, y el amor también, nos va a arruinar.
Estos, nuestros cuerpos, poseídos por la luz.
Decime que nunca nos vamos a acostumbrar
— Richard Siken, Scheherazade.
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