¿Quién soy yo después de mi viaje?

Hay un dicho dando vueltas que dice que tenés que viajar solo al menos una vez en la vida. Si hubiera dependido de mí, no lo habría elegido. Pero el destino, la suerte o simplemente la vida me ofrecieron esa posibilidad. O lo hacía sola o no lo hacía. Así que agarré fuerte mis miedos, los observé y los mantuve cerca. Creí que si los miraba bien iba a ser más fácil reconocer cuando quisieran hacerme pasar una mala jugada (sí, me la hicieron pasar justo antes de irme, pero esa es otra historia).

Preparé mis cosas, armé mi itinerario de viaje, marqué puntos en el mapa, investigué y tuve en mente recomendaciones sobre viajar sola (pero no seguí ninguna, por no decir que hasta fui por ahí diciendo "sí, viajo sola").

Conocí lugares, personas, pero por sobre todo, conocí cosas de mí que sospechaba pero que no había experimentado. Dicen que viajar te abre la cabeza y sí, quizás ver cosas nuevas nos da otra perspectiva. Por mi parte, viajar sola fue derribar varias de las máscaras sobre lo que creía de mí. Estuvo lleno de primeras veces, de decisiones que solo dependían de mí, de días de soledad, idiomas que no hablo y de la distancia de un océano de por medio con mi familia. Encontré que en el medio de mis miedos, me esperaba una valentía nueva, una que no conocía, que me hizo lanzarme a lo que viniera. En una estación de tren descubrí eso, frente al miedo hay que moverse.

A veces la vida se mueve en cámara lenta y a veces nos lleva a toda velocidad. La que volvió de ese viaje tiene menos idea de futuro que la que se fue, pero sabe que es capaz de moverse sin certezas y sobre todo sabe que es una excelente compañía para sí misma. Que ahí donde no sabes para dónde ir, alguien te da una mano aunque no entienda en qué idioma hablas.

Si algún día dudas en hacer ese viaje sola/o, te diría sin dudas que lo hagas. No sé si te va a abrir la cabeza, pero estoy segura de que vas a volver sabiendo un poco más quién sos y no quién te dijeron o te creíste que eras.