¿Quién escribe cuando nadie escribe?: IA, libros y el peligro de normalizar lo artificial como cultura
Jul 21, 2025

En los últimos meses, varias voces del mundo editorial volvieron a levantar la misma pregunta: ¿hasta qué punto estamos dispuestos a dejar que una inteligencia artificial ocupe el lugar de un autor? La pregunta no es nueva, pero se reactiva cada vez que aparece un nuevo caso de uso de IA en la literatura. Algunos de los últimos fueron:
Un gigante editorial como HarperCollins ofreció US $2.500 a autores para entrenar IA en textos propios.
Más de 70 escritores firmaron una carta abierta exigiendo a editoriales que se comprometan a nunca publicar libros generados por IA. Entre ellas Jodi Picoult, Lauren Groff y Dennis Lehane.
Audible lanzó voces generadas por IA para audiolibros, generando rechazo entre narradores profesionales preocupados por la pérdida de matices y trabajo digno.
Cancelaron a la autora Lena McDonald por usar IA descarademente en sus libros. Otros autores también fueron criticado recientemente por lo mismo.
Anthropic utilizó textos piratas para entrenar el modelo Claude.
Bueno, pero ¿de qué se quejan?
El centro del debate no es la existencia de la IA, sino el lugar que se le da en el proceso creativo. Es innegable que puede ser útil: para clasificar datos, corregir errores, redactar textos funcionales (como el correo que querés mandarle a tu jefe sin sonar enojado). Pero cuando reemplaza a la autoría —cuando se convierte en la fuente de la obra y no en la herramienta— el problema deja de ser técnico y se vuelve ético.
Esta tensión no es nueva. Adorno y Horkheimer ya lo señalaban en el siglo XX: cuando el arte se vuelve producto masivo, pierde su “aura”, su esencia. Ya no expresa una visión del mundo, sino que se adapta al mercado. Aunque su mirada era elitista, el concepto sigue vigente: una obra generada por IA puede estar bien escrita, pero carece de singularidad. No hay intención, ni deseo, ni experiencia, solo un cálculo que predice emociones y reacciones esperadas.
Byung-Chul Han, por su parte, lo retoma en clave contemporánea. Vivimos en la sociedad del rendimiento: producir es más importante que sentir o reflexionar. La IA encaja perfecto en ese esquema. Puede escribir diez novelas en un día, generar miles de textos en una hora, pero, ¿qué pierde una cultura que valora más la cantidad que la voz?
¿Todo lo que leemos ahora es IA?
No necesariamente, pero es cada vez más difícil saberlo. A diferencia de una imagen, donde los trazos sintéticos pueden delatar al generador, en la literatura los rastros no siempre son evidentes. Esto llevó a que, en redes como TikTok, se viralicen criterios completamente erróneos para “detectar” el uso de IA.
Uno de los más insólitos: el uso del guion largo (—) en los diálogos. Muchos acusan a autores noveles de usar inteligencia artificial solo por elegir este signo en lugar de comillas. Sin embargo, el guion largo es la convención dominante en la literatura en español, especialmente en América Latina y España. Está respaldado por manuales como el de la RAE. En cambio, el uso de comillas dobles (“ ”) es común en el inglés estadounidense y fue adoptado por plataformas digitales. No es un error. No es IA. Es simplemente otra norma editorial.
¿A quién le creemos?
Informes como el de Gitnux muestran que el uso de la IA en el sector editorial es real y creciente. Desde 2023, más del 45% de las editoriales ya la usan en tareas como diseño, marketing o clasificación de catálogos, y se proyecta un aumento en su implementación para audiolibros y automatización editorial en 2025.
El uso de la IA es inevitable. El punto no es prohibirla, sino delimitar con claridad qué roles puede ocupar. Que sugiera, que encuentre errores de redacción, pero que no suplante la mirada humana.
Si lo pensamos bien, se trata de una tensión entre lo útil y lo esencial. Desde un punto de vista funcional, usar IA para resúmenes o sugerencias no plantea un gran problema. El riesgo aparece cuando confiamos en ella para narrar, crear imaginarios o asumir autoría. ¿Puede una máquina dotar de pasión, conflicto y personalidad a un relato?
La literatura nace de lo humano, de personas que eligen narrar el mundo desde su visión. Cuando un algoritmo reemplaza esa energía con fórmulas y patrones, la ficción se vuelve intercambiable y, con ella, también algo de nuestra experiencia como lectores.
No se trata de demonizar la tecnología. Se trata de trazar una línea como consumidores y como creadores, de no perder la conexión entre quien escribe y quien lee. Porque si aceptamos libros sin cuerpo, sin conflicto, sin error ni deseo, perdemos también el arte de contar.

El bisturí literario
Reseñas, notas, info sobre libros. Todo eso que querés saber sobre tu historia favorita en un solo lugar.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión