Muriendo de frío,
mi cuerpo pide parar,
cuando apenas puedo sobrevivir más.
Las piernas ya no aguantan,
apenas se aferran a poder dar los últimos pasos,
aunque eso signifique un esfuerzo descomunal.
Y en respuesta a mi cuerpo,
decido descansar en el suelo,
sabiendo que, si me levanto de nuevo,
ya no podré continuar.
Acostada,
acompañada del frío que eriza cada rincón de mi piel,
sigo respirando con dificultad,
esperando mi trágico final.
Pero, ¿Dios quiere que sea así?
Milagro santo,
el clima se calmó,
y te vi con poca curiosidad.
Sin embargo,
tomé aire
y decidí dar la mitad de los pasos hacia ti.
Tú seguiste caminando,
y eso me ayudó a distinguirte.
No eras nada especial,
pero, sin motivo,
mis piernas decidieron seguirte.
Mi cuerpo cansado en agonía ya no existía,
mi energía era lo nuevo que sentía.
Extrañamente,
no fui relevante para ti,
pero yo sentía todo lo contrario,
y no lo entendí.
Me dejé llevar por el camino
que trazaste con tus huellas
y empecé a verte.
Empecé a comunicarme con tu cara
mientras estabas de espaldas
sin que dijeras ninguna palabra.
Vi lo que te hacía reír
y lo que te disgustaba con tantas ganas.
Pero, aun así,
no sabía nada;
solo me mostrabas expresiones desde atrás.
Quería verte de frente,
verte más cerca.
Me hacías sentir acompañada,
aunque no tuviéramos ni una charla.
Tomé la oportunidad
y empecé a hablar.
Te conté mi historia,
y me escuchabas con tu silencio habitual.
Y, aun así,
quería
que te sintieras igual.
Pero tú seguías tu camino.
Pude saber pocas cosas de ti,
pero me creaste insatisfacción
por no poder verte completamente.
Con la poca información que me daba tu cara
mi mente se obsesionó
y te ponía más atención.
Admiré todo lo que hacías
y quise entender el leve dolor
que partía de tu escencia
Sin ninguna respuesta de tu parte,
me aferré a tus huellas
y seguí detrás de presencia.
De repente,
decidí tener valor
y avanzar más
para caminar a tu lado.
Se sintió extraño,
pero un alivio se soltó.
Me miraste,
y eso me animó a preguntar:
-¿A dónde vas?
Te vi relajado,
y con tu voz tan calmada como brisa fresca
contestaste:
-Creando un camino que sea lo mejor para mí.
No supe cómo reaccionar.
Estabas tan enfocado
que era mejor solo observar.
Pude verte de lado,
pero, aun así,
no pude verte de frente.
Aunque pude ver tus ojos miel más de cerca,
sentía un desierto en tu mirada.
Seguí caminando contigo,
pero, de repente,
frenaste
y te dirigiste hacia mí.
-Sinceramente, gracias por acompañarme,
pero este camino es solo para mí.
No sentí nada,
ya lo podía presentir.
Tú ni sentías nada de curiosidad por mí.
porque jamas volteaste a ver atrás
Pero te contesté:
-Lo sé.
Y segui caminando
Tuviste una reacción extraña,
pero luego sonreíste.
¿Qué era lo que pensabas?
Confundida,
seguí tu rumbo
con demasiadas dudas
que no podían salir.
¿Qué es lo que esperaba de ti?
¿Por qué me aferraba a tu silencio
sa esencia?
No lo sabía,
pero, a pesar de que no había espacio
para otra persona en tu camino,
decidí, al menos,
disfrutarlo mientras durara.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión